La guerra
psicológica del MAS
Emilio Martínez Cardona
Con la aprobación de una ley que reacelera el proceso
electoral a 90 días en medio de plena pandemia, acompañada por la demostración
de fuerza que fue la “petardeada” de esa misma noche bajo la consigna
“elecciones ya” (hay versiones de disparos de armas de fuego mezclados con los
petardos), se inició una nueva fase en la ofensiva del Movimiento Al Socialismo
para recuperar lo que sea del poder, llámese Órgano Ejecutivo o, como mínimo,
mantenimiento de su mayoría parlamentaria para los próximos cinco años.
En el mismo marco, se producen las agresiones a las
fuerzas policiales en la zona “narcocalera” del Chapare y en su tentáculo
territorial de Yapacaní. Todo condimentado por las mal disimuladas exhortaciones
a la rebelión hechas por el dictador fugitivo desde su mansión de Buenos Aires,
que deberían merecer una acción decidida de la Cancillería boliviana y el
repudio de la Organización de Estados Americanos.
Además, desde la votación entre gallos y medias noches
del pasado jueves, el salto cualitativo en la ofensiva masista va acompañado
por una intensificación de su guerra psicológica en redes digitales, adoptando
una apariencia política multiforme para desgastar a la administración gubernamental
democrática.
Esta guerra tiene varios focos, pero uno de los
preferidos por la contrapropaganda evista es YPFB, con el concurso de bases
sindicales creadas por el régimen de los 14 años y que siguen muy activas al
interior de la empresa estatal de hidrocarburos, ocupando mandos medios
estratégicos.
Respecto a Yacimientos la consigna es clara: sembrar
dudas para insinuar que la demostrada hipercorrupción del MAS en esa área “no
fue tan mala” o “es algo que todos hacen”.
Otro flanco de ataque ha sido la utilización de aeronaves
del Estado en misiones donde podía haber cierta controversia sobre su carácter
humanitario (bastante demostrado en el caso de Roboré, pero ya sabemos que los
desmentidos no suelen ocupar tanto espacio como los titulares de las
denuncias).
Son, como dijo un columnista paceño, “peanuts”, en
comparación con los abusos gigantescos de la era evista, pero igual sirven para
hacer daño.
Lamentablemente, esta propaganda virulenta ha
“enganchado” a opinólogos de varias tiendas políticas, ingenuos y de los otros,
que han visto la oportunidad de incurrir en la canibalización de las fuerzas
democráticas en base a cálculos pequeños. Cálculos que les estallarán en la
cara si, con su involuntaria ayuda, se produce un retorno al gobierno de Evo
Morales por la interpósita persona de Luis Arce, en cuyo caso Bolivia podría
despedirse de su democracia de manera definitiva.
Mientras tanto, los lobos desestabilizadores se ponen su
piel de cordero para hablar de “acuerdo nacional” y en ese empeño vuelven a
contar con la casual coincidencia de Carlos Mesa, socio de Evo Morales en
varios momentos clave de la historia boliviana de los últimos 17 años.