miércoles, 6 de mayo de 2020


La guerra psicológica del MAS

Emilio Martínez Cardona

Con la aprobación de una ley que reacelera el proceso electoral a 90 días en medio de plena pandemia, acompañada por la demostración de fuerza que fue la “petardeada” de esa misma noche bajo la consigna “elecciones ya” (hay versiones de disparos de armas de fuego mezclados con los petardos), se inició una nueva fase en la ofensiva del Movimiento Al Socialismo para recuperar lo que sea del poder, llámese Órgano Ejecutivo o, como mínimo, mantenimiento de su mayoría parlamentaria para los próximos cinco años.

En el mismo marco, se producen las agresiones a las fuerzas policiales en la zona “narcocalera” del Chapare y en su tentáculo territorial de Yapacaní. Todo condimentado por las mal disimuladas exhortaciones a la rebelión hechas por el dictador fugitivo desde su mansión de Buenos Aires, que deberían merecer una acción decidida de la Cancillería boliviana y el repudio de la Organización de Estados Americanos.

Además, desde la votación entre gallos y medias noches del pasado jueves, el salto cualitativo en la ofensiva masista va acompañado por una intensificación de su guerra psicológica en redes digitales, adoptando una apariencia política multiforme para desgastar a la administración gubernamental democrática.

Esta guerra tiene varios focos, pero uno de los preferidos por la contrapropaganda evista es YPFB, con el concurso de bases sindicales creadas por el régimen de los 14 años y que siguen muy activas al interior de la empresa estatal de hidrocarburos, ocupando mandos medios estratégicos.

Respecto a Yacimientos la consigna es clara: sembrar dudas para insinuar que la demostrada hipercorrupción del MAS en esa área “no fue tan mala” o “es algo que todos hacen”.

Otro flanco de ataque ha sido la utilización de aeronaves del Estado en misiones donde podía haber cierta controversia sobre su carácter humanitario (bastante demostrado en el caso de Roboré, pero ya sabemos que los desmentidos no suelen ocupar tanto espacio como los titulares de las denuncias).

Son, como dijo un columnista paceño, “peanuts”, en comparación con los abusos gigantescos de la era evista, pero igual sirven para hacer daño.

Lamentablemente, esta propaganda virulenta ha “enganchado” a opinólogos de varias tiendas políticas, ingenuos y de los otros, que han visto la oportunidad de incurrir en la canibalización de las fuerzas democráticas en base a cálculos pequeños. Cálculos que les estallarán en la cara si, con su involuntaria ayuda, se produce un retorno al gobierno de Evo Morales por la interpósita persona de Luis Arce, en cuyo caso Bolivia podría despedirse de su democracia de manera definitiva.

Mientras tanto, los lobos desestabilizadores se ponen su piel de cordero para hablar de “acuerdo nacional” y en ese empeño vuelven a contar con la casual coincidencia de Carlos Mesa, socio de Evo Morales en varios momentos clave de la historia boliviana de los últimos 17 años.