Pensando fuera de la caja
Emilio Martínez
Cardona
Los problemas
aparentemente irresolubles suelen ser, en realidad, síntomas de un modelo de
pensamiento agotado, que camina en círculos entre las mismas fórmulas
desgastadas y que se revela incapaz para ofrecer vías de salida.
La alternativa sería
“pensar fuera de la caja”, ejercitándose en el pensamiento divergente o, para
usar la terminología de Edward de Bono, lateral. Por tal se entendería, siendo
muy sintéticos, producir ideas que estén fuera del patrón de pensamiento
habitual.
La metodología más
conocida para “pensar fuera de la caja” es el brainstorming (tormenta de
ideas), cuya condición de posibilidad es el planteamiento de todas las ideas imaginables
libremente, sin juzgarlas ni censurarlas (aunque sí habrá un filtro en una
etapa posterior del proceso).
Si hay algo que es
urgente hacer tras varios meses de pandemia y confinamiento, es precisamente
recurrir al pensamiento divergente para explorar soluciones fuera de nuestra
caja de herramientas preconcebida.
Una somera búsqueda
en el ciberespacio permite encontrar ejemplos interesantes de investigadores
que están sondeando posibilidades nuevas y creativas. Es el caso de un equipo
del Instituto Tecnológico Federal de Zürich, que está desarrollando un sensor
que podría detectar la presencia en el aire del SARS-CoV-2 (causante del
Covid-19).
Para estos
biosensores, el equipo suizo optó por buscar un método alternativo al de la
detección molecular (RT-PCR) usada en los laboratorios de todo el mundo,
ideando un sistema que combina mediciones ópticas y térmicas, basándose en el
hecho de que la presencia del virus produce cambios de luz y temperatura en
estructuras metálicas microscópicas.
Esta tecnología
puede representar un verdadero cambio de juego, sobre todo para administrar los
desplazamientos en espacios de alta concentración humana: comerciales,
educativos y hospitalarios.
Otro ejemplo de “thinking
outside the box” es el de cuatro equipos de científicos que actualmente
trabajan en paralelo para desarrollar vacunas contra el coronavirus en plantas
genéticamente modificadas (Medicago, Kentucky Bioprocessing,
iBio/BeijingCC-Pharming y Universidad Autónoma de Nuevo León-México).
La investigación del
equipo mexicano ha sido destacada en días recientes por una publicación de la
Universidad de Cornell, donde se detalla su “estrategia diferente e innovadora”:
“Están utilizando bioinformática e ingeniería genética computacional para
identificar antígenos candidatos para una vacuna que se puede expresar en
plantas de tomate. Comer el fruto de estas plantas conferiría inmunidad contra Covid-19”.
Uno de los beneficios sería el bajo costo de las vacunas comestibles para los
países en vías de desarrollo, en comparación con la producción de vacunas
convencionales.
Los sensores (quizás
gafas) para la detección del coronavirus y los tomates inmunizantes pueden
sonar a ciencia-ficción, pero son parte de una nueva realidad emergente que nos
envuelve.