Adiós a la “chinodependencia”
Emilio Martínez Cardona
Mientras Evo Morales casi festeja la tragedia global,
atribuyéndole a China haber “ganado la Tercera Guerra Mundial (biológica) sin
disparar un arma”, en varios países se analizan medidas para comenzar a eliminar
la “chinodependencia” económica. De manera que la negligencia del régimen del
PCCh en Wuhan puede acabar pasándole una fuerte factura en el mediano plazo.
Es el caso del gobierno de Shinzo Abe, que ha decidido
invertir masivamente para que las empresas japonesas regresen sus plantas
fabriles de China al territorio nipón en los próximos dos años, lo que podría
abrirle el camino a Donald Trump para la aplicación de medidas similares desde
Estados Unidos.
Por su parte, Emmanuel Macron declaró días atrás que
la crisis del Covid-19 mostró “la prioridad de producir más en Francia y en
Europa”, y habló de “recobrar la independencia”.
Su ministro de economía, Bruno Le Maire, fue más
preciso: “Pienso que es necesario sacar todas las consecuencias de largo plazo
de esta epidemia sobre la organización de la globalización. Es necesario
reducir nuestra dependencia respecto de ciertas grandes potencias como China.
No se puede tener, como hoy, un 80% de los componentes activos de un
medicamento producidos en el exterior”.
Parecida opinión tiene Frederick Kempe, presidente y
director ejecutivo del Atlantic Council, quien ha llamado la atención sobre la
amenaza que representa “la dependencia excesiva de China para las cadenas de
suministro cruciales, que van desde productos farmacéuticos hasta materiales de
tierras raras utilizados en casi todos los equipos de alta tecnología”.
Desde Chile, el Laboratorio de Análisis Político de la
Fundación para el Progreso indica que “el impacto de estos nuevos vientos, con
sus guerras comerciales y nuevas regulaciones, ya se había notado en el
esfuerzo de diversas firmas de disminuir su chinodependencia,
pero todo ello se potenciará ahora de una manera dramática y contará, a partir
del trauma del Covid-19, con un apoyo popular incomparablemente mayor que en el
pasado, llegando incluso a constituir la base de un nuevo gran consenso
político en el mundo occidental”.
Por supuesto que China contraatacará, con su
“diplomacia de las mascarillas” y una redoblada apuesta por la Iniciativa del
Cinturón y la Ruta de la Seda, pero las cosas ya no serán iguales: se inicia la
pugna por una reorganización de la economía mundial, en busca de un comercio internacional
donde la competencia se dé entre países libres y donde los regímenes que usan
mano de obra semiesclava se vean impulsados a la apertura política e institucional.
Más allá del plano comercial está la cuestión de la
deuda externa de muchas naciones en desarrollo con China. ¿Se acerca el momento
para que un “club de deudores” le arranque a Pekín reprogramaciones, quitas y
condonaciones significativas, habida cuenta de las responsabilidades cada vez
más evidentes de la dictadura asiática en el encubrimiento inicial a la propagación
del virus?