La clase decisiva
Emilio Martínez
Cardona
Un par de semanas
atrás, Álvaro García Linera participó de un conversatorio en el Centro
Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), donde desnudó elementos
fundamentales de la que podría ser la vía escogida por el Movimiento Al
Socialismo, tanto para el corto plazo electoral como para un mediano y largo
plazo.
Por una parte, el ex
vicemandatario boliviano actualizó su tesis del empate catastrófico,
planteándola ahora a nivel continental, entre países con gobiernos
conservadores, a los que calificó como “democracias de contención” (de la
plebe), y naciones con gobiernos progresistas, denominadas “democracias de
igualdad”.
En realidad, estamos
ante un reciclaje del viejo concepto soviético de las “democracias populares”,
con el que se buscó arropar a proyectos totalitarios y hacerlos más digeribles
para la sensibilidad liberal.
Por otro lado,
García Linera deslizó una noción de mayor interés para nuestro panorama
político interno, analizando las cualidades de la “nueva clase media emergente,
de origen indígena o popular”, distinguiéndola de la que llamó “clase media
tradicional y colonial”.
Obviamente, AGL atribuyó
el ascenso de esas novísimas capas sociales a la gestión del masismo, a lo que
puede responderse tanto con la eficiencia del intercambio capitalista
internacional de commodities en ese mismo periodo, como con el argumento ya
señalado por María Teresa Zegada, para quien el Estado no habría tenido una
importancia central en la emergencia de la nueva pequeña burguesía, porque
estos sectores desarrollaron sus negocios al margen de las redes
institucionales públicas, principalmente en el comercio con China.
Así lo consignó la
socióloga en un trabajo clave para la comprensión del fenómeno, “Chicha y
limonada. Las clases medias en Bolivia” (CERES/Plural, 2019), donde comparte
autoría con Daniel Moreno, Roberto Laserna, George Komadina, Alberto Rivera y
Alejandra Ramírez.
Komadina llamó la
atención sobre la “participación clave” de este nuevo sector “para la
construcción de mayorías políticas; no hay hegemonía sin clases medias”.
Precisamente, a esto apunta la lógica esgrimida por García Linera, que entre
líneas plantea desacoplar a la “nueva clase media” de la “tradicional”, para
agregarla al campo de las fuerzas “obreras y campesinas”.
Desde supuestos
ideológicos muy distintos, podemos coincidir en que ese sector puede llegar a
constituirse en la “clase decisiva” para la resolución de los conflictos
sociales en curso o venideros, así como para la reconfiguración electoral del
poder estatal. El tema debería reclamar la atención de todos quienes están
honestamente preocupados por la consolidación de la transición democrática.
En un enfoque más
cercano al postulado por Hernando de Soto en “El misterio del capital”, se
trata de impulsar un proyecto de capitalismo popular capaz de incorporar
plenamente a ese pequeño y mediano empresariado de origen indomestizo, mayormente
articulado en la economía informal, muchas veces sujeto a una suerte de
disonancia cognitiva entre su práctica capitalista y el chip ideológico
socialista, propio de las estructuras sindicales-corporativas en las que
participa.