Anatomía (literaria) del derecho
Artículo publicado en Percontari, revista del Colegio
Abierto de Filosofía
Emilio Martínez
Cardona
“Al ver tantos
juristas y abogados, tantos tribunales y tan poca justicia; tantos magistrados
y tan poca preocupación por el bien común, tantas leyes y sin embargo no menos
desórdenes; un tribunal, un campo sembrado de litigios; un tribunal, un
laberinto; tantos miles de pleitos en un solo tribunal a veces, resueltos de
forma a veces violenta.
Al ver al mayor
malhechor a menudo administrando justicia, al más impío ocuparse de la
religión, al más ignorante presidir la cultura, al más vago organizar el
trabajo, y al más insensible en la distribución de la caridad. Al ver a un
cordero ejecutado, a un lobo dictar sentencias, a un bandido que es distinguido
y a un ladrón sentado en la tribuna, a un juez que castiga severamente a los
otros, comportarse mal él mismo, el mismo hombre comete el robo y lo castiga,
castiga un robo y es él mismo el ladrón.
Las leyes alteradas,
malinterpretadas, interpretadas a favor o en contra, lo que hacen con el juez
los amigos sobornarle o influirle en esta opinión y maleable en esta otra.
Retrasada la sentencia, cambiada a gusto del juez, siempre el mismo caso: uno
privado de su herencia, otro la consigue con falsedades por medio de favores,
hechos o testamentos falsos. Las leyes se hacen y no se observan, o si se ponen
en ejecución, son los tontos los que son castigados”.
Las demoledoras
líneas precedentes, que bien podrían retratar la situación actual y cercana
concerniente a la producción y aplicación del aparato del Derecho, provienen en
realidad de vieja data y son parte de la muy recomendable The Anatomy of Melancholy de Robert Burton, publicada en 1621.
Estas líneas de
Burton dan cuenta de la correspondencia entre la proliferación normativa y la
injusticia: donde el incrementalismo jurídico crea estructuras arbóreas y
laberínticas sólo accesibles a una minoría de sacerdotes de las leyes, la
aplicación sesgada, la discrecionalidad y la irracionalidad kafkiana se
abatirán sobre el ciudadano.
Contra esta situación
puede traerse a colación otra cita, mucho más concisa, del Premio Nobel de
Literatura Anatole France (1844-1924): “El árbol de las leyes ha de podarse
continuamente”. Excelente programa de acción a poner en marcha.
Si se ha dicho
irónicamente que “la única figura gramatical imprescindible es la omisión”
(Napoleón Bonaparte, según su biógrafo Emil Ludwig), respecto al campo que nos
interesa -las leyes, decretos, resoluciones, ordenanzas- puede decirse otro
tanto: la única figura jurídica imprescindible es la derogación.
Los legisladores del
futuro deberán munirse de las afiladas tijeras de podar de Anatole y
convertirse en des-legisladores, para suprimir buena parte del corpus de
códices sobrerregulatorios que enmarañan la vida de los mortales. Esta obra
supresora tendrá necesariamente que incluir a la Ley Fundamental: comparemos,
si no, los 411 artículos de la inaplicable Constitución Política del Estado,
impuesta por el etnopopulismo, con los 7 artículos y 27 enmiendas de la pragmática
Constitución norteamericana…