Desnormalizar la
corrupción
Emilio Martínez
Cardona
En su recomendable
libro Bajo el imperio de las ideas morales, Mariano Grondona remarcaba la
importancia de los valores como clave para el desarrollo económico. En un viaje
a través de la historia de las ideas morales, de Aristóteles a Heidegger y con
especial detenimiento en Locke, Grondona demostraba la relación existente entre
el subdesarrollo y cierta permisividad hacia comportamientos antiéticos.
En otra obra, La
corrupción, el autor estudió las modalidades con que estas conductas se
expanden a buena parte del tejido social y se normalizan. En el capítulo
titulado La desnaturalización del Estado, Mariano Grondona señalaba que el estado
de corrupción existe “cuando los actos de corrupción se han vuelto tan
habituales que la corrupción se convierte en sistema. En el acto de corrupción
se desnaturaliza la acción, pero en el estado de corrupción se desnaturaliza el
sujeto de la acción, que en el caso que estamos tratando es el Estado, cuya finalidad
-servir al bien común- se desvirtúa, transformándose en el provecho de unos
pocos”.
Ese estado de
corrupción tiene sus pilares principales en los “políticos que viven de la
política”, echando mano a la distinción de Max Weber, que separaba a los políticos
que viven para la política de aquellos otros. En el primer caso, decía
Grondona, “la ambición política deja de valer por sí misma y se rebaja al nivel
de un valor instrumental al servicio del enriquecimiento (…) y esto se acentúa
en los países subdesarrollados, que no ofrecen otras alternativas de
enriquecimiento”.
Estas citas no son
sólo parte de una reflexión abstracta, sino que apuntan también a una
interpelación muy concreta en el caso boliviano y en la circunstancia
específica del actual proceso electoral. ¿Por qué no tocar este problema
fundamental, este “nudo gordiano”, en los comicios nacionales? ¿Cuándo mejor
que ahora, cuando debería ser uno de los ejes principales del debate
democrático?
Recurriendo a otro
pensador, Fernando Savater, y a su Ética para Amador, “la reflexión moral no
es solamente un asunto especializado más para quienes deseen cursar estudios
superiores de filosofía, sino parte esencial de cualquier educación digna de
ese nombre”. Donde tendríamos que incluir, por supuesto, a la necesaria educación
republicana de los electores.
La corrupción ha
sido tolerada durante mucho tiempo y va siendo hora de empezar a “desnormalizarla”.
Es lamentable, por cierto, que según las encuestas los dos primeros lugares de
intención de voto estén ocupados por personajes con serias sospechas de
peculado. Sin embargo, algo habrá quedado de la discusión abierta. Ya se debate
sobre el carácter antiético de la compra-venta de candidaturas, lo que es un
paso relevante.
Algo habrá quedado,
decimos, en el ethos, que según su etimología es la morada interior o
conciencia del ser humano, donde éste
cavila y decide frente a la realidad.
En cualquier caso,
esta es una discusión que no terminará el 20 de octubre, sino que recién
empieza. Volviendo a Savater: “No creo que la ética sirva para zanjar ningún
debate, aunque su oficio sea colaborar a iniciarlos todos…”.