Del antievismo a la geopolítica del conflicto
Emilio Martínez Cardona
“No se ha consolidado un mesismo sino un antievismo”. La
frase del politólogo Franklin Pareja retrata bien lo sucedido el domingo pasado,
con una concentración del voto opositor que eludió la valoración cualitativa de
candidatos y programas, prefiriendo la reducción del acto electivo a un proceso
plebiscitario contra la permanencia del Movimiento Al Socialismo en el poder.
Ahora, en medio de la convulsión suscitada por la
incertidumbre en el desarrollo del cómputo, el antievismo tiene varios desafíos.
Primero, proyectarse como causa colectiva y principista en defensa de la
transparencia del voto, evitando el error de una personalización caudillista.
Segundo, mantener una disciplina no violenta, conteniendo
a los exaltados que podrían dar excusas para un estado de sitio u otras medidas
represivas. Esta será una coyuntura crítica para la protección de los derechos
humanos.
Tercero, no perder el norte, recordando que el objetivo
es la tolerancia pluralista y no una polarización autoritaria. La lógica de la
consigna no debe sustituir al debate democrático.
Conociendo la dinámica de las grandes convulsiones
políticas y sociales, donde las cuestiones iniciales acaban rebasadas por las
circunstancias, es posible que la demanda de segunda vuelta se vuelva insuficiente
y sea necesario plantear una revisión integral del proceso electoral, viciado
de nulidad en su origen.
También hay que considerar que la crisis de confianza en
el TSE y la atención hacia el tema desde la comunidad internacional, ofrece
paradójicamente la oportunidad de reformarlo bajo mediación externa, una meta
clave cualquiera sea la próxima votación a la que vayan los bolivianos.
Igualmente, preocupan las eventuales repercusiones que
pueda tener este conflicto sobre la estabilidad económica del país, por lo que
urge su resolución a través de medios pacíficos.
La convulsión en Bolivia se da en medio de un marco regional
igualmente incierto, teniendo en cuenta, por una parte, a la “brisa
bolivariana” (variante de la llamada guerra social) que actualmente se refleja
en los desmanes en Chile, y por otro lado a los comicios generales en Argentina
y Uruguay, a realizarse en simultáneo el domingo 27 de octubre.
En Argentina todo apunta a una victoria en primera vuelta
del neokirchnerismo, ante lo cual el macrismo apuesta por acortar distancias y
hacerse de una baza parlamentaria importante para los próximos años en el
contrapoder. En cambio, en Uruguay existe la expectativa de un resultado que
abra el camino a un ballotage a fines de noviembre, que desplazaría a la
coalición de izquierda del Frente Amplio y pondría al Partido Nacional en el
gobierno, acompañado de otras fuerzas políticas opositoras.
Perú, mientras tanto, tiene una democracia herida por la
decisión presidencial de disolver el Congreso, primer poder de toda república.
Son apuntes a considerar para una geopolítica del
conflicto.