El Pacto de Achumani
Emilio Martínez Cardona
La oligarquía centralista ayudó a Evo Morales a subir al
poder para que bloqueara los impulsos autonomistas en el oriente y sur del
país. Pero en los últimos dos años, esa misma élite tradicional lanzó un candidato
propio que tiene el cometido de negociar un nuevo cogobierno con el Movimiento
Al Socialismo, que refuerce el dominio centralista y la concentración de
recursos económicos en tiempos de disminución de la renta gasífera.
Si se lee entre líneas el programa de Comunidad Ciudadana,
que incluye una nueva ley de hidrocarburos, y se tiene en cuenta la
animadversión de Carlos Mesa hacia el legado de Hormando Vaca Diez, sumando
además sus tanteos para un cambio de estatus en el campo de Incahuasi, se deduce
que se planea una absorción del IDH en el nivel central.
El borrador de acuerdo incluiría como contrapartida un
marco jurídico aún más flexible para la producción cocalera del Chapare, verdadero
trasfondo detrás de la propuesta de “abrir el debate” sobre la despenalización
de las drogas.
El proyecto de cogobierno comenzó a esbozarse en febrero
de 2018, en una reunión realizada en Achumani entre cierto vicepresidente de
mala aritmética y un fallido ex mandatario. La idea era que, ante la pérdida
del MAS del electorado de izquierda urbana de clase media, este segmento social
sería rearticulado por un segundo partido de discurso “ciudadano”, que
manipularía banderas del neomarxismo cultural, cooptando primero y destruyendo
después a las plataformas.
Posteriormente, las dos izquierdas (la
provincial-populista y la citadina-intelectual) se sumarían en el Parlamento
para reconstruir los 2/3 y el bloque hegemónico, en un cogobierno entre masismo
A y B, en cualquiera de los dos órdenes posibles.
Para ese objetivo, recientemente se vio desde el masismo
light que sería útil una re-estigmatización de Santa Cruz, acusando de manera
generalizada a sus sectores productivos por los acuerdos puntuales que
realizaron unos cuantos “empresarios amigos” del gobierno, o achacándoles los
desastres ambientales en realidad provocados por la colonización de la segunda
reforma agraria de Morales.
Esto tendría el cometido de aislar a la burguesía
cruceña, reduciendo su capacidad de articulación con otras regiones y evitando
la irradiación nacional de un proyecto político propio.
Adicionalmente, los actores del Pacto de Achumani buscarían
la división en Santa Cruz, para facilitarle al MAS instalarse como primera
fuerza departamental y proceder en las elecciones del 2020 a un copamiento de
gobiernos subnacionales, de forma directa o a través de testaferros.
Se trata de un esquema de realpolitik despiadada, donde
juegan un lector empedernido de “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo y un
admirador del intrigante Casimiro Olañeta (quien fuera realista e
independentista de manera simultánea). Quedan poco más de treinta días para
sacarse la venda de los ojos.