El nudo
gordiano de la corrupción
Emilio
Martínez Cardona
Es
conocida la leyenda sobre aquel complejo nudo urdido por el rey Gordias en Asia
Menor, del que se decía que quien lo desatase podría conquistar el Oriente. El
nudo gordiano fue cortado de un tajo por la espada de Alejandro Magno, que así
se franqueó los caminos que abrían de llevarlo hasta las cercanías del Indo.
Desde
entonces, la expresión “nudo gordiano” ha servido para designar a un problema
tan complicado que debe ser resuelto de manera tajante, directa y sin
contemplaciones.
En el
tema que nos ocupa, la corrupción que ha alcanzado niveles inéditos en los
últimos años, el nudo gordiano parecería estar en el esquema de contrataciones
directas, sin licitación, instituido por un centenar de decretos y otras normas
del gobierno de Evo Morales.
Bajo este
sistema discrecional se adjudicaron, por ejemplo, 450 millones de dólares en
contratos a Camc, cuando la ex consorte presidencial, Gabriela Zapata, ejercía
la gerencia comercial de esa empresa china.
Es
sintomático que, sólo en la primera década del régimen, las adjudicaciones
directas hayan representado el 63% del presupuesto destinado a obras públicas,
y que en el mismo periodo la aplicación de esa modalidad hubiese crecido en un
746%.
Por
supuesto que hay otras aristas del problema, como las sobrerregulaciones
(cupos, prohibiciones, FES) que obligan a tramitar permisos del Estado y por lo
tanto a ponerse bajo el dominio de burócratas extorsivos. O como la dependencia
presidencial de las oficinas de transparencia creadas en los últimos 16 años,
ya fuesen delegaciones anticorrupción, ministerios o viceministerios. Pero el
esquema de contrataciones directas podría ser el nudo clave a cortar si se
quiere avanzar de manera decisiva en este plano.
Este es el
núcleo de la hiper-corrupción del siglo XXI y es curioso que no sólo el
oficialismo haya participado de este sistema, sino también algunos opositores
nominales o tardíos, tal vez a la manera en que en Brasil participaron del Lava
Jato varios supuestos contrincantes del PT de Lula.
Uno de
los casos más relevantes es el de la gerente de campaña de una coalición
supuestamente opositora, aunque de marcado continuismo en sus propuestas. De
acuerdo a información disponible en el Sistema de Contrataciones del Estado
(Sicoes), una empresa manejada por ella recibió 33 contratos gubernamentales por
casi 2 millones y medio de dólares, la mayoría por adjudicación directa.
Esto
incluye al ominoso Museo de Orinoca, verdadero monumento estalinista al culto de
la personalidad, con 1 millón 300.000 dólares para un “guión museográfico”. El
asunto es fundamental si es que aspiramos después del 20 de octubre a algo más
que a una simple continuidad cleptocrática con intercambios de impunidades.
¿Buscaremos
sólo un cambio de rostros o también de modelo? ¿Sabremos ir más allá de la pigmentocracia
y superar los problemas de fondo del centralismo, el caudillismo y la
discrecionalidad?