“Voto orgánico” vs control electoral
Emilio
Martínez Cardona
Pocos
días atrás, el dirigente de una de las principales milicias sindicales del
oficialismo, la CSUTCB, anunciaba el “voto orgánico” por el binomio
inconstitucional conformado por Evo Morales y Álvaro García Linera.
“Para
nosotros el voto más seguro es en el área rural, donde decidimos orgánicamente
el apoyo al presidente”, decía Teodoro Mamani, secretario general de la Confederación
Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, remarcando que “vamos a
tener dos tercios, eso definitivamente hacemos los cálculos, el campo va a
definir para el hermano presidente”.
Las
declaraciones de Mamani son toda una confesión de parte sobre el antes llamado
voto comunitario, ahora por lo visto rebautizado como “orgánico”.
Se trata,
en realidad, de un sufragio coaccionado a punta de chicote, en espacios
geográficos alejados de los grandes centros urbanos, donde directamente
desaparece el secreto del voto.
Esta es
la explicación para esas circunscripciones del realismo mágico, en las que el
partido cocalero obtiene apoyos del 90 al 100% del electorado.
Por
supuesto que la bravata voluntarista de Mamani de concretar los 2/3 es
irrealizable, si comparamos el debilitado caudal de intención de votos del MAS,
que parece haber perdido un tercio de su electorado (unos 20 puntos
porcentuales menos que en el 2014), por lo cual lo más probable es que en el
2020 estrenemos un Parlamento sin hegemonías.
Pero no
por esto se tiene que bajar la guardia. El voto orgánico o comunitario es parte
de un fraude estructural ante el cual se debería demandar acción al Tribunal
Supremo Electoral.
Otro tema
a reclamar al TSE, complementariamente a este de naturaleza territorial, sería
el de una auditoría de todos los partidos políticos al sistema informático del
Órgano Electoral, teniendo en cuenta lo sensible del área y sobre todo a la
masacre blanca operada allí por la presidenta de ese Tribunal, quien descabezó
a la dirección técnica encargada del cómputo.
Al margen
de estos reclamos, hay algo fundamental que pueden hacer los votantes para
ayudar a reducir al mínimo posible las manipulaciones en los recintos de
sufragio: concentrar respaldos de manera pragmática en torno al partido
opositor que tiene presencia en casi todos los municipios de Bolivia y que
cuenta por lo tanto con una mayor capacidad de control electoral.
Por el
contrario, hacerlo alrededor de un improvisado club de amigos sin estructura
territorial, que probablemente no pueda cubrir siquiera los recintos de las
capitales departamentales, sería echar “al agua” una buena parte de la votación
opositora.
Recordemos
muy bien la frase del dictador Josef Stalin, cuando desmontaba el efímero
pluripartidismo de posguerra en Europa del Este y decía burlón que “lo
importante no es quiénes votan, sino quién cuenta los votos”.
De ahí lo
planteado en el título: la disyuntiva de fondo el 20 de octubre será entre el
voto orgánico y el control electoral, entre la coerción con camuflaje sindical
y la transparencia organizada.