Almagro, jefe de campaña de la oposición
Emilio Martínez Cardona
Con su infame voltereta, el secretario general de la OEA,
Luis Almagro, podría haber fortalecido –paradójicamente- la defensa del 21F y
de la democracia, a raíz de la indignación generada en la mayoría de la
población.
La indignación ha sido una fuerza motora fundamental
de esta lucha, un combustible al que el ex canciller del tupamaro Mujica acaba
de prenderle fuego con su acto de inconsecuencia histórica.
Si el embajador estadounidense Manuel Rocha acabó
siendo, sin quererlo, el “jefe de campaña” de Evo Morales en las elecciones del
2002, que pusieron al caudillo cocalero en la posición de expectativa
presidencial que desencadenaría los acontecimientos de los años siguientes,
ahora Almagro podría terminar siendo el jefe de campaña de la oposición, sobre
todo para Oscar Ortiz, quien le puso el pecho al funcionario y su corte
kirchnerista, en contraposición con un Carlos Mesa que se relegó a un tibio
segundo plano.
Será interesante ver las encuestas que se elaboren
después de este suceso fundamental, que tiene el potencial de constituirse en
un punto de giro para la campaña.
Los momentos críticos o definitorios –y éste lo fue-
muestran la solidez de los liderazgos y los electores sin duda habrán tomado
buena nota de las diferencias de intensidad, coraje y firmeza exhibidas por los
principales postulantes opositores.
La evaluación cualitativa de los liderazgos es vital
para decidir a través del voto la pregunta que ha planteado el analista Roberto
Laserna: “¿Quién encabezará la resistencia democrática?”.
Resistencia que podría realizarse desde el gobierno,
contra un Movimiento Al Socialismo desestabilizador, convertido en “oposición
cabrona” al decir de Carlos Valverde, y frente al cual no cabría la debilidad;
o desde el llano en caso de una reelección tramposa.
Ninguno de los dos escenarios parece muy favorable a
Mesa: el primero ya se dio en el 2003-2005 y terminó con sus renuncias, que le
abrieron las puertas del palacio al clan del Chapare. En el segundo, lo más
probable es que tras una derrota electoral el historiador se repliegue a la
vida privada y asistamos a la disolución de su club de amigos, sin vocación
partidaria.
Sobre las falacias esgrimidas en torno al voto útil,
sería bueno aclarar que esta franja no le pertenece al candidato “ciudadano”,
siendo exactamente el mismo porcentaje que acompañó al principal postulante
opositor en las elecciones del 2005, 2009 y 2014.
Se trata en realidad de un voto flotante de oposición,
sin nombre ni apellido, que en cinco meses puede migrar (los sondeos lo
confirman) con relativa facilidad.
Si la oposición boliviana quiere tener chance de
vencer a Evo Morales en octubre y de construir una gobernabilidad posterior, lo
que debería moverse es el eje del debate: del candidato “único” al idóneo, lo
que debería tener en cuenta: a) los antecedentes que demuestran una conducta
(lucha por la democracia y contra la corrupción, vs colaboración con el
régimen), y b) visión y proyecto de país (cambio vs continuismo).