Falacias de campaña
Emilio Martínez Cardona
La noción de “falacia” viene desde las Refutaciones sofísticas de Aristóteles y
se refiere a un “argumento que parece válido, pero que no lo es”. En tiempos
electorales este tipo de entramados seudo-lógicos suelen proliferar, con la
intención de una persuasión más o menos sutil.
La primera falacia detectable en la campaña 2019 está
siendo repetida sistemáticamente, con distintas variantes, por voceros del
régimen de Evo Morales, quienes insisten en que -palabras más, palabras menos-
“sólo la estabilidad política que representa Evo asegura la estabilidad
económica”.
Esto incluye comenzar a hablar de una eventual
devaluación o de supuestos ajustes tarifarios que vendrían con la subida al
poder de la oposición.
La falsedad está basada en dos puntos:
1) Confundir la estabilidad política -que se garantiza
con instituciones sólidas y respeto al ordenamiento constitucional- con la
perpetuación de una persona y su entorno en el gobierno a pesar de la normativa
jurídica y del mandato soberano de un referéndum popular. En realidad, la
perpetuación es la vía hacia una creciente inestabilidad, como lo estamos
viendo en Venezuela y Nicaragua.
2) Atribuir a los otros (la oposición) la intención
“siniestra” de hacer algo que ellos (el oficialismo) están provocando,
incubando y planificando. Así pasa con las presiones hacia el tipo de cambio,
empujadas por una emisión monetaria inorgánica que ya no puede esconderse, al
punto que el presidente del BCB tiene que salir a la palestra mediática para
asegurar la estabilidad cambiaria “por esta gestión” (¿hasta que pasen las
elecciones?). La corrección de este rumbo macroeconómico errado requerirá, más
que de las hipotéticas medidas que el masismo agita como espantajo, de la
supresión de los gastos suntuarios, lujos y malversaciones a los que es tan
afecto el régimen. Se necesita, por tanto, la alternancia.
La otra gran falacia está siendo repetida aquí y allá por
voceros de un sector de la oposición, que provisionalmente recibe mayor
intención de votos en las encuestas, aunque ha estado perdiendo puntos
porcentuales en el primer trimestre del año. Hablamos de la que podríamos
denominar “falacia del voto útil a siete meses de la votación”, consistente en
evitar todo debate que pudiera afectar al candidato de esa corriente, alegando
que “cualquier cosa es mejor que Evo” y que esta “cualquier cosa” es la única con
chances de ganarle al cocalero.
Además de la pobreza argumental del mal menor, la falacia
se basa en plantear una disyuntiva precoz, cuando el voto útil es algo que
recién merece ser examinado en los dos últimos meses de campaña.
Mientras tanto, no se puede pretender congelar todo
debate democrático, amordazando a contrincantes a los que se teme dada la
volatilidad de la intención de voto por el ex mandatario del que estamos
hablando (un 38% que podría migrar fácilmente hacia una opción más convincente).
La falacia también busca acallar la discusión sobre qué
candidato tiene mejores condiciones cualitativas para vencer en las urnas a Evo
Morales. Porque las cuantitativas pueden variar bastante de aquí a octubre,
teniendo en cuenta la altísima proporción de indecisos, que pueden cambiar todo
el juego.