El masismo bis
Emilio Martínez Cardona
El líder único e incontrovertible del masismo bis dice
que, de volver a la presidencia, mantendrá todos los pilares del modelo
económico de Evo Morales: desde el doble aguinaldo hasta las numerosas empresas
estatales deficitarias, las mismas que ocasionan un déficit fiscal de 2.000
millones de bolivianos.
Afirma que “plantear hoy que Santa Cruz tiene
mentalidad provinciana es no entender nada”, como si hubiese sido inteligente
decirlo en el 2004. Pero los archivos no mienten y resulta que sólo 10 meses
atrás señalaba, en una entrevista con la ultrafeminista María Galindo, que “la
oligarquía de Cainco no es Santa Cruz”.
El único no
cambia y mantiene las rutinas mentales que lo llevaron a facilitar el acceso de
Morales al poder, con quien no parece tener diferencias de fondo. Ambos
comparten ese “centralismo democrático” en el “sentido leninista”, del que
habla uno de sus admiradores y que sería el modelo de funcionamiento del
partido del ex presidente. Modelo que más valdría calificar de centralismo
burocrático.
“No voy a
privatizar absolutamente nada, no voy a eliminar el doble aguinaldo”, recita el
mantra del caudillo ilustrado, quien no atina a decir lo que hará, sino
solamente lo que no impulsaría. Un plan por la negativa. O un anti-plan.
En este
contexto, el rasgo diferenciador residual que agita es el de un supuesto
republicanismo, que ciertamente no practicó en su paso por el Poder Ejecutivo,
cuando espoleó un enfrentamiento sistemático con el Congreso y hasta barajó la
posibilidad de cerrarlo, según indican varios testimonios.
Republicanismo
hemipléjico, que cuestiona la “judicialización de la política” cuando esto
afecta a sus aliados, pero que no tiene problema en apelar a la misma maquinaria
para tratar de acallar a los parlamentarios opositores que destaparon el barril
sin fondo de los gastos de la “vocería marítima”.
Ya sabíamos que
el masismo bis era hechura del mismo origen que el otro, habiendo intentado
infructuosamente ser la carta del Foro de Sao Paulo en Bolivia, algo para lo
cual le faltó musculatura sindical.
Pero las
recientes confesiones socialistas o neopopulistas del candidato “ciudadano”
(antipolítico) sirven para separar las aguas: de un lado los partidarios del
sometimiento de la gente y sus bolsillos a un Estado todopoderoso (MAS 1 y MAS
2), y del otro quienes buscan la emancipación de los emprendedores.
En este sentido,
la actual campaña podría verse como una carrera entre el centralismo
burocrático y lo liberal-popular, entendido como un gigantesco substrato de
micro, pequeñas y medianas empresas, muchas de ellas condenadas a la
informalidad por el hostigamiento estatal.
Tiene cierto
sentido estratégico que el masismo bis o mesismo se dedique a dividirle el voto
socialista al partido de gobierno. Lo que no puede pretender es convertirse en
la alternativa siendo básicamente lo mismo.
Lo suyo, su
función natural en un escenario más razonable que podría reconfigurarse hasta
octubre, sería un cómodo tercer lugar.