ALGO CAMBIA EN CUBA
Emilio Martínez Cardona
No son las sinuosas reformas económicas del raulismo, que
un día dan algo de oxígeno limitado al sector cuentapropista y al otro vuelven
a concentrar todo el poder en las empresas del capitalismo militar de Estado.
Tampoco la nueva Constitución que dice reconocer la
propiedad privada, sin tocar la hegemonía absoluta del Partido Comunista
Cubano.
Lo que en realidad está cambiando en Cuba es la
temperatura política en la población, que va animándose a mostrar públicamente
su descontento, como pasó días atrás en el municipio de Regla, en La Habana,
donde el “presidente” Miguel Díaz-Canel y su comitiva tuvieron que salir
disparados, tras ser abucheados al grito de “¡mentirosos!” y “¡descarados!”.
Los vecinos, damnificados por el paso del reciente
tornado, protestaban por la escasa ayuda recibida y por el uso propagandístico
de la desgracia.
Puede parecer poco, pero es un síntoma enorme en un país
donde la represión (masiva en las primeras décadas de la dictadura, cuando los
disidentes eran asesinados por miles, y selectiva en los últimos tiempos) había
logrado una domesticación casi total.
Pueden pesar aquí dos factores principales: el ejemplo
venezolano, con un pueblo que desmiente la supuesta invencibilidad de los
regímenes marxistas-leninistas; y la nueva tecnología, que les permite a los
ciudadanos de a pie recibir noticias del mundo exterior y replicar las
internas, como efectivamente se ha difundido –vía celulares- lo sucedido en
Regla.
El resquebrajamiento de la situación no pasa
desapercibida para el poder castrista, que por eso mismo pretende imponer en
Venezuela una resistencia numantina, sabiendo que el próximo escenario de
rebelión democrática, luego de la caída de Maduro, podría desarrollarse en
Cuba.
Les queda también la carta de ganar tiempo a través de
los falsos neutrales, los farisaicos gobiernos de Uruguay y México, funcionales
a las instructivas de La Habana, para demorar la salida del madurismo y
permitir la retirada ordenada de los 22.000 operadores militares y de
inteligencia cubanos apostados en Venezuela, que serán muy necesarios para
reasegurar el frente interno en la isla.
Tiempo que igualmente es fundamental para reconvertir a la
castro-economía, que pasaría de parasitar las ubres petroleras venezolanas a
las mexicanas, ahora que hay un nuevo emperador progresista en tierras aztecas.
“Ya no hay guerra contra el narco”, ha declarado Andrés
Manuel López Obrador, lo que puede interpretarse como una invitación a
redibujar la ruta de la cocaína que los regímenes de la ALBA implementaron con
diseño cubano.
Mientras tanto, en el extremo sur del menguante
archipiélago de los regímenes socialistas del siglo XXI, un aprendiz de tirano
hace oraciones desesperadas a la Pachamama, pidiendo la subsistencia del
despotismo de Maduro y preguntando a sus asesores, al mismo tiempo, cómo
aplacar la ira de las potencias regionales vecinas, desatada por la incansable
exportación del Chapare.