viernes, 11 de enero de 2019


APUNTES SOBRE UNA LARGA CAMPAÑA



Emilio Martínez Cardona

Ley de Organizaciones Políticas y primarias mediante, la campaña electoral del 2019 será una de las más largas de la historia. Una maratón de diez meses, no apta para corredores de 100 metros planos.

En este contexto, un renunciante reincidente como Carlos Mesa, ¿podrá llegar con su postulación hasta los comicios nacionales o arrojará la toalla antes de esa fecha?

Es posible, incluso, que ése haya sido el cálculo del régimen, del cual el ex presidente ha sido un socio estratégico desde el golpe de octubre de 2003, y más recientemente en la fallida estrategia de La Haya.

Quizás el diseño electoral consistiera en alimentar (a través de un cachascán pactado) una candidatura “opositora” que se retirara a pocos meses de los comicios, dejando desguarnecidas a las fuerzas democráticas.

Parte del plan serían ciertos sondeos, basados en muestras pequeñas y restringidas geográficamente, para inducir ese “voto a regañadientes”, tibio o resignado, del que se beneficia el ex mandatario.

El “sistema de octubre”, conformado por dos fuerzas políticas asociadas al Foro de Sao Paulo (el MAS y el MBL residual que rodea a Mesa), habría construido su trampa final, dirigida a perpetuar el centralismo burocrático.

Pero dos factores parecen estar erosionando ese diseño: por una parte, la emergencia de una nueva generación de electores, nuevos votantes que no acompañan a Evo Morales (un 80% de los jóvenes se niega a sufragar por el caudillo cocalero), y que tampoco están interesados en un retorno al pasado, reinstalando a una oligarquía tradicional.

Por otro lado, está la proyección de Santa Cruz hacia el liderazgo nacional, que el régimen trata de desactivar mediante prebendas a algunas facciones empresariales. Pero esta proyección es imparable, fruto de la terca realidad, con una infraestructura económica que tiende a generar una nueva superestructura política.

La convergencia entre el liderazgo nacional cruceño y los jóvenes votantes de toda Bolivia puede ser el fenómeno que eche abajo la estrategia bifronte del masismo/mesismo.

Desde Santa Cruz puede proponerse al país en general y a las generaciones emergentes en particular un horizonte de cambio real, apostando a los nuevos paradigmas de la economía creativa y colaborativa, del emprendimiento joven en el marco de la transformación digital.

En cualquier caso, la maratón electoral de diez meses puede ser propicia para que un corredor fondista, que pueda representar a esos dos factores mencionados, redibuje el tablero político actual.

Si se quiere alcanzar probabilidades razonables de recuperar una democracia plena, hay que moverse fuera de los márgenes de previsibilidad establecidos por el régimen, márgenes donde el “factor Mesa” cumple un rol funcional.

Lo que realmente puede poner en aprietos al oficialismo es que el voto útil opositor acabe concentrándose en un retador distinto al planificado.