Cae la farsa del etnomarxismo
Emilio Martínez Cardona
De nada sirvieron los sombreros indígenas ni las tutumas
colgantes usadas en las fiestas provinciales: al vicepresidente Álvaro García
Linera le pidieron unas palabras en una lengua “originaria” y toda la farsa del
marxismo étnico se vino abajo en cuestión de minutos.
Y es que el segundo mandatario no sólo demostró ser
monolingüe sino –para usar la retórica de su grupo Comuna- monocivilizatorio,
perteneciente a esa civilización occidental que, como buen intelectual
deconstruccionista, insiste en denostar pero de la que depende de manera
umbilical. Amor y odio, que le dicen.
El artificio ideológico del etnomarxismo, edificado
durante décadas por García Linera, sirve en realidad para enmascarar la
dictadura de la lumpenburguesía cocalera, ni más ni menos.
Se suponía que sería el cruce de formas sociales y
pensamiento autóctono con la influencia revolucionaria mundial, pero en verdad
no es más que otra importación teórica de cabo a rabo, explicitada en el
maoísmo y el polpotismo, pero ya implícita en el Marx de la carta a Vera
Zasulich, donde el autor del Das Kapital exploraba las posibilidades
socialistas de la comuna agrícola rusa.
Esto en cuanto a lo puesto por el vicepresidente en papel y tinta. La
praxis, como sabemos, es muy otra. La praxis es la de ese capitalismo andino de
camarilla, anticompetitivo, neo-oligárquico y mercantilista, erigido a base de
adjudicaciones públicas discrecionales para los amigos.
Es la izquierda caviar de los banquetes suntuosos y las fotografías
sonrientes con actores/sicarios del jet-set de Hollywood, de las visitas a Miss
Universo y de las mansiones en Ciudad de México. Opulencia del poder y miseria
de la ideología.
A esta altura, lo indígena en el régimen no pasa de ser adorno y folclore,
instrumentalización como tropas de choque cuando hace falta carne de cañón, y prebendas
para las burocracias sindicales que se arrogan una representación nada
democrática, surgida de la unanimidad del chicote. El seudo-nativismo
ornamental como apariencia que encubre a una cleptocracia cada vez más
tiránica.
Por su parte, el caudillo Evo Morales tampoco parece poder demostrar su
condición de políglota, si exceptuamos esos tuits en inglés escritos por sus
asesores. Uno de sus ministros dice que “Evo es trilingüe” y dan ganas de
aceptar la afirmación, no en lo estrictamente idiomático sino en lo conceptual.
Tres lenguas, entendidas como discursos diferentes dirigidos a tres distintos
auditorios.
La lengua populista con la que le habla a “las bases”, cargada de
antiimperialismo recalcitrante y racismo inverso. La lengua tranquilizadora o
sedante, con la que trata de venderle su peculiar versión personalista de la
estabilidad a las capas medias. Y la lengua verde ecologista, orientada a los
auditorios internacionales, en flagrante contradicción con las políticas reales
que implementa hacia las áreas protegidas y parques nacionales de Bolivia.
Son otras tantas farsas de este crepuscular etnomarxismo.