Moderados y jacobinos en el Órgano Electoral
Emilio Martínez Cardona
En medio de la polvareda levantada por el fallo de la
Corte Internacional de Justicia, de una contundencia que ni siquiera el equipo
chileno esperaba (se apuntaba más bien a una resolución intermedia, ambigua o
sibilina), pasó algo desapercibida en días recientes la crisis en el Órgano
Electoral, clave para las definiciones ligadas a las elecciones primarias de
enero y a los comicios nacionales de agosto/octubre de 2019.
El sismo se produjo a raíz de la aprobación de un
reglamento para las primarias que no contó con la anuencia de tres de los
magistrados del Tribunal Supremo Electoral: la presidenta Katia Uriona y los
vocales Antonio Costas y Dunia Sandóval, los mismos que incluso parecerían no
haber sido consultados para el diseño de esa normativa.
El reglamento restringe abusivamente las impugnaciones a
los binomios presidenciales, que sólo pueden ser cuestionados legalmente por
los militantes inscritos al partido respectivo. Un artilugio con el que se
intenta blindar la postulación de Evo Morales Ayma y de Álvaro García Linera
como binomio único del Movimiento Al Socialismo.
Hecha pública la disidencia de los tres magistrados, se
dio la renuncia al TSE de su vicepresidente “por razones de salud”. Lo que
probablemente ponga en evidencia quién fue el autor de la mentada
reglamentación.
El renunciante, José Luis Exeni, se desempeñó años atrás como
presidente del tribunal, entonces Corte Nacional Electoral, etapa en la que
administró el asimétrico referéndum revocatorio del 2008. Consulta que, al
decir del ex vocal de la CNE, Jorge Lazarte, fue la votación “con menos
confiabilidad que ha tenido el país”.
Todo indica que Exeni encabezaba en los últimos tiempos una
suerte de “tribunal dentro del tribunal”, integrado por cuatro de los siete
magistrados del TSE. Habrá que estar muy atentos para descifrar la nueva
correlación de fuerzas al interior del Órgano Electoral con la salida del
vicepresidente, algo que de momento debería fortalecer a los moderados frente a
los jacobinos, partidarios de la mayor genuflexión hacia el oficialismo.
Lo cierto es que, más allá de tibiezas, indefiniciones y
concesiones al partido de gobierno, la composición actual del TSE es relativamente
más fiable, o menos mala, que la que llevó adelante las elecciones nacionales
del 2014 y de las subnacionales del 2015, donde se llegó al extremo de
inhabilitar a 228 candidatos de oposición en el departamento del Beni.
Prueba de esto es el reconocimiento del Órgano Electoral
a la victoria del NO en el referéndum del 21 de febrero de 2016, lo que no
implica descartar las versiones que hablan sobre un “recorte” de varios puntos
porcentuales a ese triunfo ciudadano, que puede haber sido más amplio.
No quiero exagerar la posibilidad de ese “rayo de luz de
esperanza” al interior del TSE, sobre todo teniendo en cuenta la enorme
capacidad de presión del régimen evista. Pero tampoco olvidemos la
contrapresión que puede ejercer la movilización popular desde las calles.
En cualquier caso, a los magistrados del tribunal les
cabrá la tarea de hacer historia, ya sea en el sentido más digno o en el más
infame.