jueves, 4 de octubre de 2018


Moderados y jacobinos en el Órgano Electoral

Emilio Martínez Cardona

En medio de la polvareda levantada por el fallo de la Corte Internacional de Justicia, de una contundencia que ni siquiera el equipo chileno esperaba (se apuntaba más bien a una resolución intermedia, ambigua o sibilina), pasó algo desapercibida en días recientes la crisis en el Órgano Electoral, clave para las definiciones ligadas a las elecciones primarias de enero y a los comicios nacionales de agosto/octubre de 2019.

El sismo se produjo a raíz de la aprobación de un reglamento para las primarias que no contó con la anuencia de tres de los magistrados del Tribunal Supremo Electoral: la presidenta Katia Uriona y los vocales Antonio Costas y Dunia Sandóval, los mismos que incluso parecerían no haber sido consultados para el diseño de esa normativa.

El reglamento restringe abusivamente las impugnaciones a los binomios presidenciales, que sólo pueden ser cuestionados legalmente por los militantes inscritos al partido respectivo. Un artilugio con el que se intenta blindar la postulación de Evo Morales Ayma y de Álvaro García Linera como binomio único del Movimiento Al Socialismo.

Hecha pública la disidencia de los tres magistrados, se dio la renuncia al TSE de su vicepresidente “por razones de salud”. Lo que probablemente ponga en evidencia quién fue el autor de la mentada reglamentación.

El renunciante, José Luis Exeni, se desempeñó años atrás como presidente del tribunal, entonces Corte Nacional Electoral, etapa en la que administró el asimétrico referéndum revocatorio del 2008. Consulta que, al decir del ex vocal de la CNE, Jorge Lazarte, fue la votación “con menos confiabilidad que ha tenido el país”.

Todo indica que Exeni encabezaba en los últimos tiempos una suerte de “tribunal dentro del tribunal”, integrado por cuatro de los siete magistrados del TSE. Habrá que estar muy atentos para descifrar la nueva correlación de fuerzas al interior del Órgano Electoral con la salida del vicepresidente, algo que de momento debería fortalecer a los moderados frente a los jacobinos, partidarios de la mayor genuflexión hacia el oficialismo.

Lo cierto es que, más allá de tibiezas, indefiniciones y concesiones al partido de gobierno, la composición actual del TSE es relativamente más fiable, o menos mala, que la que llevó adelante las elecciones nacionales del 2014 y de las subnacionales del 2015, donde se llegó al extremo de inhabilitar a 228 candidatos de oposición en el departamento del Beni.

Prueba de esto es el reconocimiento del Órgano Electoral a la victoria del NO en el referéndum del 21 de febrero de 2016, lo que no implica descartar las versiones que hablan sobre un “recorte” de varios puntos porcentuales a ese triunfo ciudadano, que puede haber sido más amplio.

No quiero exagerar la posibilidad de ese “rayo de luz de esperanza” al interior del TSE, sobre todo teniendo en cuenta la enorme capacidad de presión del régimen evista. Pero tampoco olvidemos la contrapresión que puede ejercer la movilización popular desde las calles.

En cualquier caso, a los magistrados del tribunal les cabrá la tarea de hacer historia, ya sea en el sentido más digno o en el más infame.