Primarias y control
interno del Estado
Emilio Martínez
Cardona
La aprobación de la
Ley de Organizaciones Políticas ha sido seguida por un amplio operativo de la
maquinaria oficialista para inducir -por no decir forzar- a los empleados
públicos de la administración central y de las empresas estratégicas del Estado
a afiliarse al Movimiento Al Socialismo, buscando garantizar su participación
en las elecciones primarias del partido de gobierno.
De esta forma se
revela otro de los objetivos perseguidos con estas primarias apresuradas:
fortalecer el alineamiento ideológico-partidario de la clase burocrática, que
se había mostrado muy tibia a la hora de movilizarse en las contramarchas
“anti-21-F” orquestadas desde el Palacio Quemado.
En este sentido
tenemos también las declaraciones recientes emitidas desde el Conalcam, especie
de “Estado Mayor” de las guardias sindicales del MAS, estableciendo que “todos
los ministros” deben estar afiliados a ese partido.
Volviendo a las primarias,
éstas le servirán al núcleo gobernante como lista de control para medir la
obediencia de los funcionarios y, eventualmente, para la realización de las
“purgas” inherentes a todo régimen socialista.
Para bloquear
cualquier margen de disidencia interna entre los burócratas acarreados a punta
de planillas a las primarias, se ha indicado que en el masismo habrá un binomio
único por el cual votar, a la mejor –o peor- manera cubana.
Lo que tal vez no
hayan tenido en cuenta los expertos en control del gobierno es la posibilidad
de una rebelión silenciosa en las urnas, donde muchos funcionarios opten, en la
soledad del cuarto oscuro, por escribir sobre las papeletas del binomio único
la leyenda “Bolivia dijo NO”.
Un porcentaje
significativo de votos nulos en la primaria oficialista sería un interesante
mensaje a la nación y a los temporales detentadores del poder. Esta es una vía
posible para que la “resistencia interna” deje plasmado su descontento con el
abuso de sus “Jefazos”.
Del lado opositor,
hay dos modalidades por las que estas elecciones primarias, cuestionables pero
que ya son un dato pragmático de la realidad, pueden desembocar en un resultado
útil para la unificación de fuerzas.
La primera y la
óptima es que varios de los partidos con personería jurídica firmen una alianza
y vayan juntos a las urnas en enero, con binomios plurales y competitivos. Se
trata de convertir el esperpento de la LOP en unas auténticas elecciones
internas de la oposición.
Si este gesto de
grandeza y desprendimiento no fuera posible, sobre todo por los plazos exiguos
impuestos por la ley, queda la alternativa de un acuerdo posterior basado en el
“voto útil”, teniendo en cuenta las diferencias entre los caudales de
participación en las diversas primarias.
En esta segunda
opción, se trataría de incorporar a las listas del partido opositor más votado
en enero a figuras de otras fuerzas menores, que deberían declinar una
concurrencia por separado a los comicios generales de octubre del 2019.