México, ¿en contra ruta de América Latina?
Emilio Martínez Cardona
La elección de Andrés Manuel López Obrador como
presidente de México abrió un importante espacio de incertidumbre para la
política continental. Mientras los países que se encontraban gobernados por
populistas de izquierda salieron de ese modelo (Argentina, Brasil) o luchan por
hacerlo (Nicaragua, Venezuela, Bolivia), el electorado mexicano optó en su
mayoría por ir en contra ruta de América Latina, escogiendo como nuevo
mandatario a un personaje que se ha caracterizado por sus posturas demagógicas,
caudillistas y autoritarias.
Las felicitaciones enviadas por los narco-dictadores
venezolanos, Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, estimulan la desconfianza hacia
alguien que tendrá la responsabilidad de manejar una nación sumergida en la
violencia de los cárteles.
Un AMLO alineado con el socialismo del siglo XXI podría
contribuir al debilitamiento del Grupo de Lima, que México integra junto a
otros 11 países, dándole algo de oxígeno a la aislada Venezuela. Pero
difícilmente se equipararía al peso geopolítico sudamericano de una Colombia
reconquistada por el uribismo e integrada en la OTAN.
Podría influir negativamente de una manera más amplia en
el caso de Nicaragua, donde el ex guerrillero sandinista Daniel Ortega parece
dilatar el diálogo y preferir las demostraciones de fuerza, utilizando los
“ejercicios militares” con tropas de Rusia, Cuba y Venezuela.
Por otra parte, hay cierto margen de duda para creer que
las cosas podrían suceder de otra forma. López Obrador no es un outsider como
lo fueron Hugo Chávez o Evo Morales al llegar al poder, sino una hechura del
mismo sistema de partidos tradicionales a los que dice combatir (pasó por el
PRI y el PRD antes de fundar Morena).
También el pragmatismo negociador de Donald Trump, que en
otras latitudes está moviendo fronteras ideológicas que parecían inamovibles
por medio siglo, puede acabar conduciendo a AMLO por una senda más sensata. Las
declaraciones de López Obrador tras su victoria parecen denotar la intención de
hacer buena letra con su vecino del norte, con miras a concretar la
reingeniería del TLCAN lo más pronto posible.
Recordemos como antecedente el caso de Ollanta Humala en
Perú, de quien se temía un alineamiento con el populismo y que terminó haciendo
una administración regular, salpicada de corrupción pero que no desmontó el
sistema democrático de ese país ni el libre mercado.
Dudas aparte, un dato especialmente preocupante es la
mayoría parlamentaria en ambas cámaras lograda por Morena, algo que podría
abrir paso a la siempre riesgosa reescritura constitucional. Es poco probable
que, de darse esto, se incluya la reelección, grabada como algo negativo en la
memoria histórica de los mexicanos desde la revolución contra Porfirio Díaz.
Pero sí puede llevar a algún tipo de concentración extraordinaria de poderes en
la primera magistratura, reconstruyendo aquella “presidencia imperial” del
viejo PRI, que Mario Vargas Llosa calificó como “la dictadura perfecta”.