YPFB, por el mal rumbo de PDVSA
Emilio Martínez Cardona
Días atrás se denunció que Yacimientos Petrolíferos
Fiscales Bolivianos (YPFB) sólo tendría utilidades del 3%, recibiendo apenas
250 millones de dólares de margen sobre un total de ingresos de 8.300 millones.
De confirmarse estas cifras, YPFB sería una de las
petroleras estatales peor manejadas del continente, sólo superada por el
desastre histórico de Petróleos de Venezuela (PDVSA), empresa que en este 2018
estaría por cuadruplicar su déficit, pasando de 2.500 millones de dólares en
pérdidas en su gestión anterior a nada menos que 10.000 millones. Así lo revela
un estudio de Ecoanalítica y de la Universidad Católica Andrés Bello.
En contraste, las petroleras públicas en manos de
gobiernos no populistas exhiben un cuadro de claro crecimiento y recuperación.
Es el caso de Petróleo Brasileiro S.A. (Petrobras), que liberada del grupo
cleptocrático del lulismo anunció utilidades de 6.961 millones de dólares al
primer trimestre de este año. Este es su máximo en todo un lustro.
Igualmente, Petróleos Mexicanos (PEMEX) registró un
crecimiento del 29% en sus utilidades, del primer trimestre del 2017 al mismo
periodo del 2018, alcanzando los 5.569 millones de dólares.
Estas diferencias de rendimiento no son casuales. Por una
parte, tenemos las empresas sometidas al modelo del socialismo del siglo XXI,
altamente politizadas y sujetas a un manejo clientelista y prebendal, caracterizadas
por una sistemática opacidad en sus contrataciones.
Del otro lado, vemos compañías que han apostado a la
modernización, la meritocracia la transparencia y la alianza público-privada.
PEMEX, por ejemplo, que en los últimos 4 años atrajo 80.000 millones de dólares
en inversiones de 67 empresas, adjudicando decenas de bloques petroleros.
Esperemos que un eventual gobierno del populista Andrés
López Obrador no eche por tierra estos avances, con el habitual despilfarro y
degradación institucional que suelen acompañar a ese tipo de administraciones.
En Bolivia vemos una situación muy diferente, a raíz del
congelamiento de la exploración de hidrocarburos por una década. Parálisis
provocada por el sobreajuste tributario del 2006 que venía a “llover sobre
mojado”, sumando nuevos gravámenes adicionales por encima del IDH.
Hasta el momento, la petroquímica estatal también parece
ser un bluf, con “exportaciones” de urea al Brasil no registradas en el país receptor
y con la apertura de puntos de venta en el feudo de la coca excedentaria del
Chapare, algo que abre legítimas interrogantes sobre cuáles serían los cultivos
beneficiados con los fertilizantes producidos por la planta de YPFB.
Una reorientación de la política sectorial podría partir
de la formación de un grupo de expertos, a través de un Consejo Nacional de
Hidrocarburos, como vienen proponiendo desde el año pasado varios entendidos
del rubro, sin que hasta el momento el gobierno dé la más mínima muestra de
dejarse aconsejar en lo que considera un botín político de uso discrecional.