Complicaciones grouchomarxistas con Incahuasi
Emilio Martínez Cardona
El gran Groucho Marx solía decir que “la política es el
arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar
después los remedios equivocados”.
El régimen evista parece haber seguido esa definición al
pie de la letra, a manera de guión estratégico y sin una pizca del humor de
Groucho, al buscar un conflicto interregional en Incahuasi para después tratar
de aparecer como falso componedor del embrollo, a través de unos parlamentarios
oficialistas que presentaron un recurso ante esa justicia que obedece a sus
mismos jefes.
Pero el desbarajuste fue tal que el conflicto escaló más
allá de lo previsto, ocasionando la renuncia obligada del principal artífice
del entuerto, el ex ministro y ahora ex viceministro de autonomías Hugo Siles,
implacable dilatador del Pacto Fiscal y sofista del neo-centralismo.
En el camino, el partido de gobierno ha minado sus apoyos
en los departamentos “jocheados” por el conflicto, Santa Cruz y Chuquisaca,
donde en gran parte de la población se ha elevado el malestar con el masismo:
en el primer caso, por el congelamiento de un 50% de los ingresos por regalías,
llegando a poner en peligro el pago de ítems de salud; y en el segundo por la
promoción de falsas expectativas de recursos, provocadas por esa demagogia
divisora que no sabe cómo salir del enredo autogenerado.
El “divide e impera” le ha estallado al oficialismo en
las manos y es previsible que eso se refleje en las próximas encuestas de
intención de voto, en esos sondeos que rozan la apología del delito al incluir
la pre-candidatura inconstitucional de Evo Morales.
Cualquiera que sea la salida que se encuentre al
conflicto, lo cierto es que el principal resultado para el Movimiento Al
Socialismo será una pérdida de proyección electoral en dos departamentos, algo
que al ser debidamente calibrado podría derivar en nuevas cabezas ministeriales
rodando fuera del Palacio Quemado.
Entretanto, sería recomendable que en Santa Cruz y Chuquisaca
se recuerde que el asunto de fondo respecto a la renta pública es la necesidad
de descentralizarla (ya en otro momento hablaremos sobre la urgencia de
emancipar a los ciudadanos de tanta carga tributaria).
De modo que ambas regiones deberían considerarse como
aliadas contra un régimen concentrador, que acapara el 85% de los ingresos
estatales sin mostrar la mínima intención de revisar dicho esquema, funcional a
la corrupción y al despilfarro en obras fantasmagóricas e inversiones
irracionales.
Esa sería una manera más productiva de enfocar las
cóleras errantes de la época contra quien realmente lo merece, evitando el
discurso fratricida.
Para finalizar, habría que dedicarles a los aprendices de
brujos que fungen como estrategas en el gobierno central otra frase
punzo-cortante de Groucho Marx: “Perdonen que les llame caballeros, pero es que
no los conozco muy bien”.