El relativismo
jurídico de Qananchiri
Emilio Martínez
Cardona
Qananchiri –nombre
de guerra de Álvaro García Linera en el terrorista EGTK- acaba de enriquecer el
acervo de sofisterías con las que tanto ha contribuido al discurso oficial por
más de una década.
Según la frase
recogida por los medios de prensa y viralizada en memes de toda laya por el
ingenio popular, el vicepresidente se habría preguntado: “¿Creen que vamos a
rifar la repostulación de Evo por un apego abstracto a la norma?”.
Obviamente, el
petardo verbal pertenece a la misma artillería del disparate de donde salieron
el “le meto nomás aunque sea ilegal” de Evo Morales, o aquel “lo político antes
que lo jurídico” de otro representante del populismo de izquierda regional,
José Mujica, ducho embaucador de incautos.
Lo cierto es que la
salvajada del vice pone en evidencia la fibra antidemocrática del régimen que
co-dirige, echando por tierra uno de los pilares centrales de la república,
como es el principio de igualdad ante la ley.
Aquel que los
antiguos griegos llamaron “isonomía”, consagrado en las reformas constitucionales
de Clístenes de los años 508 y 507 antes de Cristo, y que, de acuerdo a
Heródoto, incluía la obligación de que los magistrados rindieran cuentas de sus
acciones ante el demos (pueblo) al término de su mandato.
Y ahí nos acercamos
al núcleo del asunto: la intención de perpetuarse en el poder, personalmente o
como camarilla, para evitar el posterior escrutinio de sus abusos y
latrocinios, una vez que la alternancia los haya desalojado del comando del
Estado.
Sin “apego
abstracto” no hay norma alguna, sino mera discrecionalidad, campo en el que
prosperan déspotas y burócratas.
Pero este
relativismo jurídico no es una simple barrabasada individual, sino que proviene
de la adscripción ideológica profunda de García Linera, el “horizonte
comunista” del que ha hablado en reiteradas ocasiones.
En el libro “Su
moral y la nuestra”, León Trotsky indicaba que “moral es todo lo que ayuda a la
revolución, e inmoral todo lo que la combate”, descalificando como “moral
burguesa” los cuestionamientos que mencheviques y eseristas hacían del terror
de Estado implantado por el Ejército Rojo y la Cheka.
Entonces, para esta
mentalidad totalitaria la normativa ética y jurídica no pasa de ser una caja de
herramientas optativas, que se pueden hacer o no operativas en función del
interés táctico o estratégico de la nomenklatura revolucionaria en una
coyuntura dada.
Al fin y al cabo, el
socialismo no había sido otra cosa que una involución: en el plano político,
hacia una monarquía que ni siquiera es limitada sino absoluta, y en el
económico, hacia una servidumbre semi-feudal. Sobre esto último, bastaría con
preguntarle a cualquier trabajador chino, sin derechos sindicales de ninguna
especie, o a los médicos cubanos, obligados a entregar la mayor parte de sus
salarios como tributo al Leviatán castrista.
La tríada
capitalismo liberal-gobierno limitado-Estado de Derecho sigue configurando el
sistema más progresista, abierto e incluyente de toda la historia universal.
El Día