La entrevista al dictador
Emilio Martínez Cardona
La película “La entrevista” (The Interview, 2014),
protagonizada por Seth Rogen y James Franco, ensaya una ingeniosa crítica de la
tiranía de Kim Jong-un en Corea del Norte.
En esta recomendable pieza humorística, que incluso
motivó ataques cibernéticos de los hackers norcoreanos contra la productora de
la película, se muestra la seducción que el déspota ejerce sobre un
entrevistador occidental, a quien inicialmente convence sobre las bondades del
socialismo zuche, versión del estalinismo heredada de su abuelo, Kim Il-sung.
En la segunda parte del largometraje, los sucesos dan un
giro y el presentador de TV Dave Skylark descubre la realidad detrás de la
fachada: feroz violencia de Estado y crónico desabastecimiento alimentario.
Como a veces la realidad imita a la ficción, la primera
mitad de la historia parece haberse repetido en Bolivia, con la entrevista
hecha por el actor Morgan Freeman a Evo Morales, quien preside lo que algunos
expertos internacionales califican de “régimen híbrido” y otros de
“autoritarismo competitivo”, pero que definitivamente ya no puede definirse
como una democracia plena, ni siquiera imperfecta.
El reportaje de National Geographic mostró a un Freeman
(curiosa ironía en el nombre) siguiendo un diálogo previamente pactado, donde
se resaltaba la “rebelión socialista” llevada por Morales a “la escena
mundial”. Si esto fue logrado a través de la seducción ideológica o del vil
metal no lo sabemos a ciencia cierta, aunque también podría tratarse de una
combinación de ambos factores.
Lo que también ignoramos es si más adelante le
sobrevendrá al entrevistador -excelente actor pero por lo visto mal periodista-
el desencanto. Una campaña de cartas de ciudadanos de Bolivia a NatGeo
señalando los atropellos del régimen evista podría ayudar en algo.
Tampoco estaría de más que algún parlamentario de
oposición pida informes al Ministerio de Comunicación sobre posibles aportes
publicitarios al canal citado, a manera de fiscalizar los abusos que se hacen
con el dinero de los contribuyentes bolivianos.
Por supuesto, no estamos ante ningún fenómeno nuevo: la
cooptación de artistas, intelectuales y “periodistas estrella” es una vieja
práctica totalitaria, aplicada de manera sistemática por dictaduras de
izquierda desde que Willi Münzenberg fuera enviado por Lenin
a la caza de la intelligentzia europea.
Claro que podríamos mencionar como precedentes célebres
las fallidas colaboraciones de Platón con el tirano de Siracusa y de Voltaire
con Federico el Grande, que ejemplifican tanto la tentación por el despotismo
ilustrado que suele asaltar a los intelectuales cuando claudican de su función
crítica, como lo problemática e inestable que suele ser la asociación con los
dictadores.
Quien quiera ahondar en el tema puede consultar mi libro,
“De Orwell a Vargas Llosa”, publicado en el año 2015 por el Interamerican
Institute for Democracy y prologado por el escritor cubano Armando Valladares.
El Día