lunes, 15 de enero de 2018

El vice y su elogio de la oclocracia

Emilio Martínez Cardona

Entrevistado por un medio de prensa español, Álvaro García Linera recurrió a diversos malabares retóricos para tratar de encubrir la naturaleza autoritaria del régimen que co-gobierna.

Según el segundo mandatario, cumplir las disposiciones jurídicas que impiden la re-reelección presidencial sería “una lectura plana de lo institucional”. También negó que el poder constituyente se hubiera manifestado en el referéndum del 21F, reservándolo exclusivamente para “la sublevación de la gente, en 2001, 2003, 2005, que se expresó en la votación por Evo”, quien representaría al “núcleo ígneo de lo popular en movimiento”.

Por esta misma senda, incurrió en el culto a la personalidad de cuño estalinista, señalando que “Evo es la personificación de la unificación de lo popular”.

Al mismo tiempo, esbozó su particular idea de la democracia, basada en “elegir al que se considera descalificado, inepto, para ser autoridad”. Una concepción más cercana a la oclocracia (“el gobierno de los peores”), también llamada kakistocracia, definida por el filósofo Frederick M. Lumley como un “estado de degeneración de las relaciones humanas en que la organización gubernativa está controlada y dirigida por gobernantes que ofrecen toda la gama, desde ignorantes y matones electoreros hasta bandas y camarillas sagaces, pero sin escrúpulos”.

Una descripción que parece ajustarse al dedillo a la realidad del régimen evista.

Los dislates sobre el “apego muerto a la democracia representativa” incluso motivaron una respuesta en Twitter por José Miguel Vivanco, de Human Rights Watch (HRW),  quien indicó que García Linera “prefiere una interpretación atravesada (y descabellada) de la Convención Americana de DDHH para entronizar a Evo”.

Además, el vice lanzó algunas teorías-boomerang sobre los cambios políticos que son inducidos por la “unificación de las clases subalternas, fragmentadas”. Algo que perfectamente podría aplicarse a la actual galvanización de fuerzas sociales que protestan contra el Código Penal de la Dictadura.

De paso, el sofista mayor del gobierno hizo afirmaciones de una credibilidad cercana a cero, asegurando que si bien el Movimiento Al Socialismo no se ocupó de generar liderazgos alternativos al del caudillo cocalero “por la adversidad en que ha nacido nuestro poder”, “ahora tenemos siete años para eso”, apuntando al 2024.

La narrativa de siempre en este tipo de regímenes, que disculpan su autoritarismo intrínseco con la excusa del “acoso de los enemigos externos e internos”.


El Día