El vice y su elogio
de la oclocracia
Emilio Martínez
Cardona
Entrevistado por un
medio de prensa español, Álvaro García Linera recurrió a diversos malabares
retóricos para tratar de encubrir la naturaleza autoritaria del régimen que
co-gobierna.
Según el segundo
mandatario, cumplir las disposiciones jurídicas que impiden la re-reelección
presidencial sería “una lectura plana de lo institucional”. También negó que el
poder constituyente se hubiera manifestado en el referéndum del 21F,
reservándolo exclusivamente para “la sublevación de la gente, en 2001, 2003,
2005, que se expresó en la votación por Evo”, quien representaría al “núcleo
ígneo de lo popular en movimiento”.
Por esta misma
senda, incurrió en el culto a la personalidad de cuño estalinista, señalando
que “Evo es la personificación de la unificación de lo popular”.
Al mismo tiempo,
esbozó su particular idea de la democracia, basada en “elegir al que se
considera descalificado, inepto, para ser autoridad”. Una concepción más
cercana a la oclocracia (“el gobierno de los peores”), también llamada
kakistocracia, definida por el filósofo Frederick M. Lumley como un “estado de
degeneración de las relaciones humanas en que la organización gubernativa está
controlada y dirigida por gobernantes que ofrecen toda la gama, desde
ignorantes y matones electoreros hasta bandas y camarillas sagaces, pero sin
escrúpulos”.
Una descripción que
parece ajustarse al dedillo a la realidad del régimen evista.
Los dislates sobre
el “apego muerto a la democracia representativa” incluso motivaron una
respuesta en Twitter por José Miguel Vivanco, de Human Rights Watch (HRW), quien indicó que García Linera “prefiere una
interpretación atravesada (y descabellada) de la Convención Americana de DDHH
para entronizar a Evo”.
Además, el vice lanzó
algunas teorías-boomerang sobre los
cambios políticos que son inducidos por la “unificación de las clases
subalternas, fragmentadas”. Algo que perfectamente podría aplicarse a la actual
galvanización de fuerzas sociales que protestan contra el Código Penal de la
Dictadura.
De paso, el sofista
mayor del gobierno hizo afirmaciones de una credibilidad cercana a cero,
asegurando que si bien el Movimiento Al Socialismo no se ocupó de generar
liderazgos alternativos al del caudillo cocalero “por la adversidad en que ha
nacido nuestro poder”, “ahora tenemos siete años para eso”, apuntando al 2024.
La narrativa de
siempre en este tipo de regímenes, que disculpan su autoritarismo intrínseco
con la excusa del “acoso de los enemigos externos e internos”.
El Día