jueves, 18 de enero de 2018

A 11 años de Enero Negro


Emilio Martínez Cardona

El filósofo George Santayana decía que “los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”. De ahí que la recuperación de la memoria colectiva y la verdad histórica no sólo tenga un interés documental, sino que sea un imperativo para orientarnos adecuadamente en tiempos actuales y futuros.

En ese marco, es importante recordar los sucesos de enero de 2007 en Cochabamba, fecha trágica de la que acaban de cumplirse 11 años y en la que perdió la vida el Mártir de la Democracia, Cristian Urresti.

He procurado reconstruir e interpretar ese momento crítico en el libro “Enero Negro: El primer golpe regional de Evo Morales”, presentado la semana pasada en la ciudad de La Llajta. Allí desarrollo la tesis de que, una vez conquistado el gobierno nacional, el evismo puso en marcha una serie de mini-golpes de Estado para desbaratar a los contrapoderes regionales, con el objetivo de concentrar recursos y competencias en el nivel central del sector público.

Metodología que tendría su primer ensayo fallido con la invasión cocalera a Cochabamba y que luego se aplicaría con mayor eficacia en otros departamentos del país, en eventos como la toma de Pando y el cerco a Santa Cruz. Más recientemente, podríamos incluir dentro de esta serie a la inhabilitación masiva de candidatos opositores en Beni en 2015, maniobra operada mediante un Órgano Electoral teledirigido desde el Palacio Quemado. 

A través de estos micro-golpes de Estado regionales, el régimen desarticuló al movimiento autonomista, el verdadero proceso de cambio de Bolivia que deberá ser retomado en los próximos años, probablemente con un salto cualitativo hacia el federalismo. 

A propósito de esto y más allá de la reconstrucción e interpretación histórica, el libro incluye un capítulo final de tono propositivo, con una visión de los desafíos políticos, sociales y económicos que deberán asumirse luego del inexorable fin del régimen cocalero-populista.

Páginas donde se plantea la pertinencia de la tríada federalismo-república-desarrollo, como eje de un proyecto superador de la actual debacle institucional del país.

Podemos decir que, antes de Evo Morales, Bolivia era una democracia imperfecta. Hoy en día es un régimen híbrido y, de no retomarse el camino democrático, se corre el serio peligro de acabar en una completa dictadura.

Habrá que construir república en lo venidero, sobre todo en relación al Poder Judicial, donde es necesaria una reforma profunda basada en la meritocracia y no en la partidización, como equivocadamente ha intentado el gobierno del Movimiento Al Socialismo.

Un cambio imprescindible, tanto para impedir la instrumentalización persecutoria de la justicia como para terminar con la protección a los amigos del poder, en casos como el citado crimen de Cristian Urresti, salvaje asesinato que sigue impune más de una década después de haber sido cometido.


El Día