viernes, 1 de diciembre de 2017

Polos de desarrollo

Emilio Martínez Cardona*

Uno de los discursos que está comenzando a ser ensayado por el oficialismo, probablemente de cara a las elecciones del 2019, es el referido a la “multipolaridad económica”, un paquete en el que se haría entrar a los diversos proyectos de desarrollo que el Estado Plurinacional promueve en distintas zonas del país.

El relato en construcción del Movimiento Al Socialismo tiene la posible intención de reposicionar al partido de gobierno en las 74 ciudades intermedias que conforman buena parte de la nueva estructura demográfica nacional, de acuerdo a datos del Censo de Población y Vivienda del 2012.

El problema con este discurso es la disonancia entre los proyectos en papel y la terca realidad, originada en la contradicción fundamental que existe entre multipolaridad económica y rígido centralismo político.

La planificación centralizada en el Palacio Quemado y sus inmediaciones está dando como resultado una evidente irracionalidad en muchos de los proyectos impulsados, dada la distancia entre el núcleo decisional y las circunstancias concretas, locales y regionales, donde se implementan las iniciativas.

Es una nueva versión de la conocida dispersión de información en la economía y sobre la incapacidad del Estado –sobre todo en su nivel central- para registrarla y procesarla.

De ahí que se instalen ingenios azucareros en zonas sin materia prima cañera, plantas de urea lejos de los mercados consumidores o aeropuertos internacionales en lugares donde hay más tripulantes que pasajeros.

Muy por el contrario, un programa serio de impulso a los polos de desarrollo económico requeriría de una coherente multipolaridad política, donde la cooperación del sector público con el privado pueda construirse desde los gobiernos subnacionales.

El economista argentino Luis Rappoport, director de Desarrollo Regional en la administración de Mauricio Macri, señala que “tanto la experiencia internacional como el consenso académico coinciden en que el desarrollo económico y social tiene raíces territoriales”.

El experto subraya que, contra lo indicado en anteriores teorías sobre el desarrollo, éste no dependería ante todo de la inversión, la tecnología y el tamaño de la población activa.

Rappoport comenta los casos de regiones como el norte de Italia, Silicon Valley o Baden Württemberg, que desafiarían ese marco teórico, y donde lo fundamental para el despegue habría sido una densidad de redes de relación, capacidad de innovación, confianza interpersonal, estructuras de servicios, calidad de la educación y cultura emprendedora, vectores que confluirían en un territorio.

Para la construcción de estas capacidades sería clave la alianza entre Estado local, empresarios y universidad, es decir, un modelo políticamente multipolar donde la facilitación del esfuerzo privado sería viabilizada con mucha mayor eficiencia por los niveles de gobierno más cercanos a la gente. En el caso boliviano, gobernaciones y municipios.

Federalismo y desarrollo sería, entonces, una ecuación más inteligente que la de un centralismo presidencial y providencial, desde donde se teledirigen proyectos faraónicos que sólo terminan siendo nuevos elefantes blancos.


*Escritor y analista político

El Día