Chile ya tiene su Podemos
Emilio Martínez Cardona*
Las elecciones chilenas del domingo pasado arrojaron
resultados algo alejados de lo que vaticinaban los sondeos, fenómeno global
cada vez más frecuente y que tarde o temprano obligará a las empresas encuestadoras
a la revisión de sus metodologías.
En el primer lugar quedó el centroderechista Sebastián
Piñera, aunque con varios puntos porcentuales menos de lo esperado. La otra
diferencia importante se registró en la tercera candidatura, de la populista de
izquierda Beatriz Sánchez, quien logró seis puntos más de lo previsto.
Lo primero se explica por el buen desempeño del
conservador José Antonio Kast, cuya alza en la votación casi coincide a la
perfección con la caída de Piñera. A pesar de drenarle votos por el flanco
derecho, lo cierto es que la presencia de Kast en el espectro político chileno
no deja de ser funcional al postulante favorito, al empujarlo hacia el centro,
que es donde está el bolsón mayor de los sufragios.
En cuanto al 20% logrado por el Frente Amplio, es bueno
aclarar que no se trata de algo realmente novedoso, teniendo en cuenta que en
las elecciones del 2009 un porcentaje idéntico fue alcanzado por el demagogo
Marco Enríquez-Ominami, que en los recientes comicios ha visto derrumbarse su
apoyo a poco más del 5%.
Ahora, ese segmento volátil de izquierda disconforme está
en manos de una fuerza que en gran medida repite las narrativas y el estilo de
la formación española Podemos, que lidera el aliado del chavismo Pablo
Iglesias.
Chile ya tiene su Podemos y este hecho no es anodino. En
la segunda vuelta que se llevará a cabo el 17 de diciembre el FA puede
convertirse en el gran elector, en la medida en que decida (y pueda)
transferirle su votación al candidato oficialista Alejandro Guillier, quien
representa a la burocratizada izquierda en el poder.
Por más que Sánchez se haya apresurado a saludar el
ingreso de Guillier al ballotage, dos factores pueden conspirar contra ese
endoso de sufragios. Por una parte, estas transferencias no siempre son
automáticas y un sector de los votantes del Frente Amplio podría decidir
abstenerse; por otro lado, puede darse que a nivel cupular se elija sepultar a
la Nueva Mayoría de Bachelet y convertirse en la principal fuerza de oposición
a Piñera, constituyéndose en alternativa de gobierno dentro de cuatro años.
Por el lado de la centroderecha, se cuenta con el voto
mucho más transferible de Kast en favor de Piñera. Y aunque una lectura
superficial de la aritmética electoral apunta que la sumatoria de las
candidaturas del bloque de izquierda supera a la de liberales y conservadores,
se olvida que el 53% del electorado se abstuvo en la primera vuelta, existiendo
por lo tanto una gigantesca bolsa de votos donde buscar respaldo.
En la medida en que la coalición anti-Piñera opte por la
campaña negativa contra el “gran empresario neoliberal”, y en que el postulante
de Chile Vamos refuerce su perfil moderado y propositivo, la captación de
sufragios entre el abstencionismo puede beneficiar al segundo. Es que la
esperanza suele derrotar al miedo.
*Escritor y
analista político
El Día