Mr. Déficit y el último
Inca
Emilio Martínez
Cardona
El MAS de Buenos
Aires le impuso un binomio al MAS de Bolivia, pasándose por partes innombrables
la decisión previa del principal bloque social de ese partido (el Pacto de
Unidad) de postular a la dupla Choquehuanca-Andrónico.
Demostrando que lo
que manda es esa “nueva clase” de la que hablaba Milovan Djilas, la élite
revolucionaria y no las bases, Evo Morales determinó con su entorno de “blancos
sanos” que la primera posición del binomio recaiga en su ex ministro de
economía, Luis Arce Catacora, también conocido como “Superluchín”, a raíz de
algunos artes poco felices divlugados en su momento desde el Estado.
La designación
“digital” de Arce obedece a una lectura de las encuestas, según la cual la
preocupación número 1 del electorado boliviano sería la preservación de la
estabilidad económica. Sin embargo, la lectura parece haber omitido otro dato
esencial de la realidad y es la enorme potencia del electorado joven, nada
menos que la mitad del padrón, segmento clave al cual la dupla dino-masista
difícilmente podrá entusiasmar.
Sobre las
credenciales de Arce en materia de gestión económica, el consenso que se logró
for export con mucho lobby propagandístico estatal se resquebraja al interior
de Bolivia, donde su figura comienza a ser más discutida, teniendo en cuenta
que dejó al país con un 9% de déficit fiscal, cifra sólo aventajada en
Sudamérica por la insuperable catástrofe venezolana.
Mr. Déficit se ha
definido, además, como socialista, claro indicador de que su enfoque de la
economía no es realmente científico. El socialismo nunca lo ha sido y ni
siquiera cumple con los términos de falsabilidad establecidos por Karl Popper
para filtrar a las seudo-ciencias. Así que se encuentra en un nivel epistemológico
muy parecido al de, digamos, la astrología o la quiromancia.
Arce no aguantaría
un solo round dialéctico con un economista de verdad como Javier Milei, quien
recientemente visitó Bolivia. Y es seguro que el actual ministro de economía,
José Luis Parada, profundo conocedor de las cifras reales del país, se dedicará
de oficio a deshacer las falacias estadísticas del candidato.
Veamos ahora al
acompañante de fórmula, que representa al decir de Morales al “conocimiento
originario milenario”. Algunos años atrás, David Choquehuanca se proclamó como
“el último Inca”, en base a dudosas genealogías con las que procuraba
emparentarse con la aristocracia indígena. También son recordadas sus frases
sobre el sexo de las piedras y la instalación que mandó hacer del “Reloj del
Sur”, cuyas agujas marchaban en sentido anti-horario para retornar al paraíso
perdido precolombino.
Sin duda, con su
antología del disparate Choquehuanca dará la nota folclórica indispensable para
el realismo mágico masista, aunque antes tendrá que desempeñar el oficio más
complicado de rearmar lo que pueda del bloque social otrora hegemónico,
golpeado por el verticalazo desde Buenos Aires y por la abrupta interrupción de
los mecanismos clientelares o prebendales que otorgaba el gobierno central.