¿ADELANTAMIENTO DE
ELECCIONES?
Emilio Martínez
Cardona
Durante el ampliado
del Movimiento Al Socialismo realizado el sábado en Cochabamba, Evo Morales confesó
que su partido pedirá al TSE “que se cambie la fecha de las elecciones
nacionales”, adelantándolas o retrasándolas para que no coincidan con los
comicios de Argentina y Uruguay.
Aquí pueden estar
pesando varios factores:
1. La necesidad de
adelantar los comicios ante el agravamiento de la situación estratégica para el
MAS, ante un probable derrumbe del régimen de Maduro y por las debilidades en
la macroeconomía nacional (que incluso presionan el tipo de cambio, como lo
indica una reciente publicación de Bloomberg). Aquí se plantearía pisar el
acelerador antes de que los factores negativos desgasten aún más al gobierno.
2. La influencia de
las elecciones argentinas, donde una reelección de Mauricio Macri (hasta ahora
la probabilidad más fuerte) tendría un efecto negativo para Evo. En esta
alternativa, se buscaría efectuar los comicios bolivianos antes que los del
vecino país.
3. La necesidad de
trasvasar votantes por la frontera, como se sospecha que siempre lo hicieron el
masismo y el kirchnerismo. Si las elecciones son simultáneas, no puede
aplicarse este sistema de “ayuda mutua” electoral.
Evo Morales nuevamente
pone en evidencia la dependencia del Tribunal Supremo Electoral con su
gobierno. Órgano al que ahora llega a darle instrucciones para cambiar la fecha
de la votación nacional a su conveniencia.
Pero es también una
señal de la debilidad electoral del MAS, que quiere adelantar los comicios ante
el desgaste que está sufriendo su gobierno (las encuestas muestran al caudillo
cocalero estancado en su voto duro, con un tercio de las intenciones de
sufragio).
Otra razón que lleva
a apurar el cronograma electoral es el temor del régimen populista a que cuando
caiga Maduro se empiecen a conocer más detalles sobre negocios irregulares con
Venezuela, lo que podría incluir a la consabida “Ruta del Alba”.
En este marco, la
estrategia de las fuerzas democráticas bolivianas debería enfocarse en lograr
un mayor acompañamiento de la comunidad internacional al proceso electoral,
sobre todo en el monitoreo al TSE, para evitar que Bolivia acabe de convertirse
en una nueva Venezuela o Nicaragua, algo para lo que falta demasiado poco.
Hablamos de gestionar
presión de la OEA y UE para supervisar el registro de votantes en el exterior, preservar
al cronograma electoral de manipulaciones presidenciales, respaldar al vocal
disidente al que probablemente se busque hacer dimitir desde el oficialismo,
sustituir a vocales parcializados con el MAS, vigilar la integridad del sistema
informático y contar con misiones de observación permanentes en los últimos
meses de la campaña.
Y, claro, la bala de
plata: acelerar la definición “per saltum” del sistema interamericano de
derechos humanos, sobre el uso falaz del Pacto de San José de Costa Rica con el
que se intenta blindar el reeleccionismo infinito de Evo Morales.