lunes, 2 de abril de 2018


¿Un pos-chavismo dirigido por Cuba?

Emilio Martínez Cardona

El analista internacional Moisés Naím acaba de publicar un ingenioso artículo de política-ficción en el País de Madrid, donde transcribe los párrafos de un “memorando secreto” enviado por un operador cubano desde Caracas al dictador Raúl Castro.

No por imaginaria la invención es menos real, funcionando aquí a la perfección aquello de las “mentiras verdaderas” en la literatura (extensibles al periodismo narrativo) de las que habla Mario Vargas Llosa.

El memorando detalla la propuesta de permitirle una victoria condicionada al candidato presidencial Henri Falcón, ex integrante del PSUV, devenido desde hace algunos años en representante del ala más dialoguista –algunos dirían colaboracionista- de la oposición venezolana.

Esto, en vistas de la incapacidad de Nicolás Maduro para hacer sostenible el coloniaje cubano en tierras de Bolívar, dado el proceso de implosión en marcha. La alternativa, según el memo-tesis de Naím, sería remozar la dominación del castrismo sobre Venezuela cambiando elencos, estilos y formalidades, sin tocar lo esencial, que es el gigantesco subsidio petrolero a la isla caribeña, además de ciertos nombramientos clave que garanticen la docilidad ante la tutela.     

El plan tendría el beneficio de facilitar el levantamiento de las sanciones internacionales impuestas al régimen de Caracas, reincorporando a Venezuela, así sea de manera nominal o aparente, al concierto de las naciones democráticas.

¿Se habla realmente de esto en La Habana? El hecho de que el analista comentado suela estar muy bien informado permite suponer que esto podría ser bastante más que una simple especulación. En todo caso, como señala el viejo adagio italiano, “si non è vero, è ben trovato”.

A la ecuación manejada por Moisés Naím habría que sumar potencias extra-regionales como Irán, Rusia y China, que juegan sus propias cartas e intereses en el asunto: la consolidación de una cabecera de puente en América Latina para la expansión de las redes narco-terroristas de Hezbollah en el caso de la República Islámica, así sea a costa de la manipulación de un Estado fallido como en Siria; el mantenimiento de posiciones geopolíticas para que el Kremlin siga disputando su ajedrez mundial antinorteamericano; y el despliegue del expansionismo económico de China, probablemente la menos interesada de las tres potencias citadas en seguir comprometiéndose en el caos madurista.

Un pos-chavismo dirigido por Cuba podría ser conveniente, o al menos aceptable, para algunos de estos jugadores, sobre todo si el camuflaje implica mantener ciertos alineamientos internacionales, así sea con perfil bajo, o no investigar operativos como el que dotó de pasaportes venezolanos a 15.000 milicianos chiítas para que se diseminen por el continente.

Si Cuba logra darle nuevos bríos a su normalización diplomática con esta maniobra, sería la cuadratura del círculo. Pero Pompeo y Bolton pueden ser grandes obstáculos para la estratagema.