La lista de Odebrecht
Emilio Martínez Cardona
Un amigo, Premio Nacional de Periodismo y una de las
mentes más lúcidas de Bolivia, lanzó la hipótesis de que la empresa Odebrecht,
una vez descubierta su maquinaria de sobornos y al quedar fuera de juego en el
campo de las licitaciones de construcción, encontró un nuevo rubro casi tan
rentable como el anterior: la venta de indulgencias.
Esta sería una explicación creíble para que algunos
políticos latinoamericanos figuren en la lista negra de los comprados por
Odebrecht, mientras que otros, estrechamente vinculados al cleptócrata Lula da
Silva, no aparecen implicados con claridad en el escándalo de las comisiones
multimillonarias.
Dicho de otra forma: según la tesis de mi amigo, la
empresa en cuestión podría tener una suerte de tarifario que aseguraría al
pagador la exclusión de menciones sobre sus negocios turbios en las
investigaciones en curso o a realizarse (“Kuczynski no pagó”, sería una de las
derivaciones posibles de la premisa).
Para desgracia de los tarifados que sí lograron excluirse
de la lista de Odebrecht, esa compañía no es ni por asomo la única en el pool
de firmas que hacían parte de la red de corrupción encabezada por Lula. En el
caso de Bolivia, todo parece apuntar a la también constructora OAS, que logró
del gobierno de Evo Morales grandes contratos directamente apalancados por el
ahora prisionero de Curitiba.
Si el iceberg cuya punta divisó José María Bakovic
termina de emerger, la OAS podría acabar siendo la nueva CAMC, el caso de
mega-corrupción que vertebre buena parte del debate político nacional en el
2018 y 2019, engrosando el ya frondoso prontuario de ilícitos que han
caracterizado al régimen evista.
La insistencia oficialista en restringir las pesquisas de
contratos al viejo Servicio Nacional de Caminos, sin tener en cuenta a la
Administradora Boliviana de Carreteras, es casi una confesión de culpabilidad.
Mientras tanto, el caudillo cocalero se “solidariza” con
los ex presidentes corruptos de Brasil y Argentina, evidenciando el creciente
aislamiento internacional de su régimen, cada vez más solo a medida que van
cayendo los distintos integrantes de ese verdadero club de ladrones que resultó
ser el socialismo del siglo XXI.
Difícil, muy difícil que un gobierno paria pueda gestionar
con éxito un eventual proceso de diálogo con Chile pos-La Haya, que
inevitablemente se volvería multilateral por el candado peruano al norte de
Arica y por los intereses comerciales y geopolíticos de la Alianza del
Pacífico.
Una razón más para la alternancia partidaria en el
Palacio Quemado. Esa que tanto teme la nomenklatura masista, precisamente por
miedo a seguir el camino al banquillo del acusado que ha llevado al
procesamiento judicial de Cristina Fernández de Kirchner y al magnate ex sindicalista
fundador del PT.
Alternancia para reinsertar a Bolivia en el mundo
democrático versus perpetuación aislacionista será uno de los ejes en la
controversia electoral del próximo año. Otro será el que opondrá opacidad y
transparencia en el manejo de los contratos estratégicos del Estado.