sábado, 23 de diciembre de 2017

Piñera y los conversos

Emilio Martínez Cardona

Sebastián Piñera se impuso ampliamente en el ballotage chileno del domingo, con una maniobra que ante todo consistió en conquistar el centro, abandonado por la ex Concertación que ha optado por alianzas cada vez más radicales hacia la izquierda.

Un ángulo interesante de esa estrategia fue la lucha de ideas, desmontando la dicotomía irreductible de pinochetismo vs. allendismo, implantando un relato histórico más abarcador, basado en un liberalismo democrático y moderno.

En buena medida, el debate hacia esta nueva narrativa fue abierto por dos ex marxistas, ahora devenidos en sólidos pensadores liberales: Mauricio Rojas y Roberto Ampuero. En 2015, ambos presentaron un libro escrito a cuatro manos, “Diálogo de conversos”, publicación considerada “una excelente noticia” por el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa.

En la obra, Rojas y Ampuero cuentan su progresiva conversión, desde el socialismo juvenil que los llevó a participar en el catastrófico gobierno de la Unidad Popular, hasta una visión crítica del estatismo burocrático, desarrollada ante todo en el exilio.

“Ambos hablan con extraordinaria franqueza y fundamentan todo lo que dicen y creen con experiencias personales, lo que da a su diálogo una autenticidad y realismo de cosa vivida, de reflexiones y convicciones que muerden carne en la historia real y que están por lo mismo a años luz de ese ideologismo tan frecuente en los ensayos políticos, sobre todo de la izquierda aunque también de la derecha, que se mueve en un plano abstracto, de confusa y ampulosa retórica, y que parece totalmente divorciado del aquí y del ahora”, dice Vargas Llosa.
    
Tanto Rojas como Ampuero han sido, además de notables ideólogos, integrantes del equipo programático en la exitosa campaña de Piñera.

Todo esto nos hace recordar una frase, dicha jocosamente al líder del Partido Comunista Italiano (PCI), Palmiro Togliatti, por el escritor Ignazio Silone, fundador y luego disidente de esa fuerza política: “La batalla final será entre comunistas y ex comunistas”.

Mitad broma y mitad profecía, el aserto de Silone hacía referencia a la importante contribución a la causa de la libertad hecha por intelectuales ex partidarios del marxismo, entre los que se cuentan figuras de la talla de André Gide, Arthur Koestler, George Orwell, Stephen Spender o James Burnham.

Tal vez la clave para esta contribución estribe en que los ex marxistas llegaron a conocer en profundidad los perversos mecanismos de distorsión de la realidad y de anulación de la individualidad, puestos en práctica por la dictadura soviética o por sus facsímiles chinos y cubanos.

“Nosotros, los ex comunistas, somos las únicas personas que sabemos de qué se trata”, señaló en su momento Koestler.

Posiblemente no haya una “batalla final”, como no habrá un fin de la historia, y la tentación totalitaria deba ser conjurada cíclicamente. Pero en esa tarea el ejemplo de quienes supieron romper con las fuerzas liberticidas -aún a costa de la descalificación y el vituperio- servirá como fuente de inspiración permanente.