Piñera y los conversos
Emilio Martínez Cardona
Sebastián Piñera se impuso ampliamente en el ballotage chileno del domingo,
con una maniobra que ante todo consistió en conquistar el centro, abandonado
por la ex Concertación que ha optado por alianzas cada vez más radicales hacia
la izquierda.
Un ángulo interesante de esa estrategia fue la lucha de ideas, desmontando
la dicotomía irreductible de pinochetismo vs. allendismo, implantando un relato
histórico más abarcador, basado en un liberalismo democrático y moderno.
En buena medida, el debate hacia esta nueva narrativa fue abierto por dos
ex marxistas, ahora devenidos en sólidos pensadores liberales: Mauricio Rojas y
Roberto Ampuero. En 2015, ambos presentaron un libro escrito a cuatro manos,
“Diálogo de conversos”, publicación considerada “una excelente noticia” por el
Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa.
En la obra, Rojas y Ampuero cuentan su progresiva conversión, desde el
socialismo juvenil que los llevó a participar en el catastrófico gobierno de la
Unidad Popular, hasta una visión crítica del estatismo burocrático, desarrollada
ante todo en el exilio.
“Ambos hablan con extraordinaria franqueza y fundamentan todo lo que dicen
y creen con experiencias personales, lo que da a su diálogo una autenticidad y
realismo de cosa vivida, de reflexiones y convicciones que muerden carne en la
historia real y que están por lo mismo a años luz de ese ideologismo tan
frecuente en los ensayos políticos, sobre todo de la izquierda aunque también
de la derecha, que se mueve en un plano abstracto, de confusa y ampulosa
retórica, y que parece totalmente divorciado del aquí y del ahora”, dice Vargas
Llosa.
Tanto Rojas como Ampuero han sido, además de notables ideólogos,
integrantes del equipo programático en la exitosa campaña de Piñera.
Todo esto nos
hace recordar una frase, dicha jocosamente al líder del Partido Comunista
Italiano (PCI), Palmiro Togliatti, por el escritor Ignazio Silone, fundador y
luego disidente de esa fuerza política: “La batalla final será entre comunistas
y ex comunistas”.
Mitad broma y
mitad profecía, el aserto de Silone hacía referencia a la importante
contribución a la causa de la libertad hecha por intelectuales ex partidarios
del marxismo, entre los que se cuentan figuras de la talla de André Gide,
Arthur Koestler, George Orwell, Stephen Spender o James Burnham.
Tal vez la clave
para esta contribución estribe en que los ex marxistas llegaron a conocer en
profundidad los perversos mecanismos de distorsión de la realidad y de
anulación de la individualidad, puestos en práctica por la dictadura soviética
o por sus facsímiles chinos y cubanos.
“Nosotros, los ex
comunistas, somos las únicas personas que sabemos de qué se trata”, señaló en
su momento Koestler.
Posiblemente no
haya una “batalla final”, como no habrá un fin de la historia, y la tentación
totalitaria deba ser conjurada cíclicamente. Pero en esa tarea el ejemplo de
quienes supieron romper con las fuerzas liberticidas -aún a costa de la
descalificación y el vituperio- servirá como fuente de inspiración permanente.