La profecía de Ignazio Silone
“La batalla final será entre comunistas y ex comunistas”. La frase, dicha jocosamente al líder del Partido Comunista Italiano (PCI), Palmiro Togliatti, pertenece al escritor Ignazio Silone, fundador y luego disidente de esa fuerza política.
Mitad broma y mitad profecía, el aserto de Silone hacía referencia a la importante contribución a la causa de la libertad hecha por intelectuales ex partidarios del marxismo, entre los que se cuentan figuras de la talla de André Gide, Arthur Koestler, George Orwell, Stephen Spender o James Burnham.
En América Latina podemos citar los casos de Octavio Paz y de Mario Vargas Llosa, quienes supieron evolucionar desde la izquierda revolucionaria a un liberalismo crítico hacia toda forma de autoritarismo.
Tal vez la clave para esta contribución estribe en que los ex marxistas llegaron a conocer en profundidad los perversos mecanismos de distorsión de la realidad y de anulación de la individualidad, puestos en práctica por la dictadura soviética o por sus facsímiles chinos y cubanos.
“Nosotros, los ex comunistas, somos las únicas personas que sabemos de qué se trata”, dijo en su momento Koestler.
Varios de estos autores convergieron en una obra colectiva editada en 1949, “El Dios que fracasó”, de lectura altamente recomendable (además de los mencionados Silone, Gide, Koestler y Spender, se incluían ensayos de Richard Wright y Louis Fischer).
El laborista inglés Richard Crossman, compilador del libro, señala en su prólogo que entre las razones profundas para la desilusión de estos autores con la URSS (por entonces único espécimen de la familia ideológica en cuestión) estuvieron “la renuncia a la libertad de opinión”, la entrega en cuerpo y alma al “altar de la revolución mundial”, el acatamiento de los dogmas de la “ley canónica del Kremlin” y la obediencia ciega a los jerarcas del omnisciente Partido.
Una iniciativa similar, más reciente y enciclopédica, es la del “Libro negro del comunismo”, publicado en 1997. Obra de 800 páginas dirigida por el ex maoísta Stéphane Courtois, director del CNRS francés (Centro Nacional para la Investigación Científica), con las colaboraciones de historiadores e investigadores como Nicolas Werth, Jean-Louis Panné, Andrzej Paczkoski, Karel Bartosek y Jean-Louis Margolin.
Allí se hace una estimación sobre el número de víctimas de los experimentos sociales en la República Popular China, Unión Soviética, Corea del Norte, Camboya, Europa del Este, América Latina, África y la zona controlada por el estalinismo en la guerra civil española, acercándose a la cifra de 100 millones.
Posiblemente no haya una “batalla final”, como no habrá un fin de la historia, y la tentación totalitaria deba ser conjurada cíclicamente. Pero en esa tarea el ejemplo de quienes supieron romper con las fuerzas liberticidas -aún a costa de la descalificación y el vituperio- servirá como fuente de inspiración permanente.