Comisarios rojos
¿Hay comisarios
rojos actuando en la retaguardia de los grupos de choque del narcosindicalismo
chapareño?
Emilio Martínez Cardona
Es conocida la práctica que llevaban a cabo en los
ejércitos soviéticos los denominados comisarios rojos, delegados del partido
encargados no sólo de la disciplina ideológica sino también de asegurarse que
las tropas marcharan al ritmo indicado, sacrificándolas masivamente según las
necesidades estratégicas de Stalin.
La táctica favorita era el disparo por la espalda a los
demorados o renuentes, entre los cuales se solía incluir también a los
sospechosos de heterodoxia política.
Como muchas otras prácticas, ésta fue incorporada al know
how estalinista, siendo replicada en otras latitudes donde las fuerzas de esa
orientación hacen uso de la violencia.
Una variante es la de Colombia, donde es sabido que las
FARC utilizaron durante años a francotiradores expertos para provocar víctimas
civiles en manifestaciones de protesta, con el objetivo de achacarle estas muertes
a los gobiernos opuestos a esa narcoguerrilla.
En Bolivia, el ministro de gobierno Arturo Murillo
informó días atrás que los fallecidos en las movilizaciones de Sacaba tenían
disparos en la nuca, con proyectiles que no corresponden al armamento de la
fuerza pública. Los peritajes policiales confirmaron que la trayectoria de los
disparos provino de atrás de los grupos cocaleros.
¿Hay comisarios rojos actuando en la retaguardia de los
grupos de choque del narcosindicalismo chapareño?
El asunto reviste alta gravedad y merecería ser
investigado minuciosamente, teniendo en cuenta también a otros incidentes de la
historia política boliviana de las últimas décadas, como la masacre de Porvenir
en el departamento de Pando. A quien le interese esto último, puedo
recomendarle las páginas de mi libro “X2: Lo que Unasur no dijo”, donde se
registran detalles al respecto.
De comprobarse plenamente esta práctica, de la que hay
fundadas sospechas, estaríamos ante una nueva versión del “lobo con piel de
cordero”, que combina la apología y organización de la violencia con una
propaganda victimista dirigida a la cobertura de medios de prensa del exterior,
muchas veces encuadrados en la presunción ingenua del buen salvaje que
heredamos de Montaigne.
A quien esta tesis pueda parecerle demasiado radical,
habrá que recordarle que Bolivia está tratando nada menos que con una
conjunción entre ideología totalitaria e intereses de las mafias del
narcotráfico, un cóctel del que pueden esperarse elaborados engaños y atrocidades.
Es crucial para el frágil proceso de recuperación de la
democracia boliviana que la comunidad internacional se quite la venda de los
ojos, comprendiendo la verdadera naturaleza del conflicto que tiene lugar en el
pos-evismo.
Hoy, en Bolivia no sólo se desarrolla una pugna por el
destino de este país, sino también una batalla fundamental entre democracia y
narcopolítica que tendrá amplias repercusiones latinoamericanas.