Elecciones, Santa Cruz y revolución 4.0
Emilio Martínez Cardona
“El aumento del
conocimiento depende por completo de la existencia del desacuerdo”.
Karl Popper
¿Qué tienen que ver las elecciones nacionales del año
próximo, Santa Cruz y la cuarta revolución industrial? A primera vista nada,
pero en el fondo mucho.
En el proceso electoral se decidirá no sólo quiénes serán
los administradores del aparato público, sino ante todo el modelo económico
para los siguientes años, que puede seguir siendo
monoproductor-extractivista-estatista, lo que equivale a perder el tren del
futuro, o virar hacia la incorporación de Bolivia a la transformación digital y
las tecnologías de punta.
Para girar hacia esa nueva economía, donde el conocimiento
es el principal factor creador de valor, hace falta por una parte reforzar la
democracia del disenso, como bien lo indica la frase de Popper que hace de
pórtico a este artículo.
Libertad de crítica, cultura del debate, capacidad de
autocrítica, libre circulación de las ideas… Son parte de un paquete y de un
ambiente muy distinto al promovido desde la “democracia comunitaria de la
unanimidad y el consenso”, de la que se habla desde un poder tan verticalista
como ideológicamente obsoleto.
Esto, teniendo en cuenta que la transformación digital no
es simplemente la adopción de maquinarias novedosas, sino una reingeniería a
gran escala de los procesos productivos, que se implementa con mayor eficiencia
a través de la cooperación voluntaria de los actores del mercado y no mediante los
decretos de una planificación centralizada, que sólo haría proliferar quimeras
como las Kipus o el errante satélite Túpac Katari.
¿Dónde entra Santa Cruz en esta ecuación? Sucede que el
departamento tiene las condiciones para convertirse en la región-corazón de
este cambio, tanto por la masa crítica de universidades como por la
tecnificación en marcha hacia la agricultura de precisión, la apertura a la
adopción de biotecnologías y una eminente vocación exportadora.
Sumemos a esto una experiencia institucionalista
favorable a la construcción de alianzas público-privadas y tendremos la
infraestructura económica ideal para esa transformación.
Desde un punto de vista más marxiano que marxista (para
usar la terminología de Norberto Bobbio) se puede subrayar la necesidad de que
esa infraestructura sea acompañada por una superestructura política acorde, que
pasaría por una presencia estratégica de la burguesía cruceña en los resortes
principales del Estado.
Es evidente que este proyecto no podría ser gestionado
por antiguos actores de una oligarquía andinocéntrica. El olañetismo del siglo
XXI, que incluso se atribuye con arrogancia la “invención académica” de la
Chiquitania, es un callejón sin salida hacia el pasado.
Santa Cruz tiene la oportunidad histórica de encabezar la
revolución tecnológica en Bolivia, que implica una promesa superadora de las
brechas de la ignorancia y la pobreza. Pero asumir políticamente ese desafío requerirá
amplitud de visión y cohesión libre dentro de un marco pluralista. Lo veremos
el 2019.