jueves, 31 de mayo de 2018


Entre las “relaciones peligrosas” y el efecto Trump

Emilio Martínez Cardona

Desde hace años, venimos definiendo como “relaciones peligrosas” a los vínculos tejidos por el gobierno de Evo Morales con la teocracia de los ayatolas en Irán. La expresión tiene una razón de ser muy simple: se trata del único régimen del mundo que ha manifestado explícitamente su voluntad de “borrar del mapa” a otro país, en este caso Israel, mediante el uso de armamento nuclear.
                                                                                                     
El peligro se vuelve evidente cuando sabemos que Bolivia tiene importantes yacimientos de uranio, que serían muy útiles para el programa bélico atómico de Irán, y que los gobiernos de ambos países firmaron años atrás un memorándum de cooperación para la “prospección geológica y mineralógica” en el territorio nacional.

El riesgo, entonces, es nada menos que el de embarcar al país en una descabellada aventura protagonizada por un régimen medieval que se procura armas del siglo XXI.

Todo esto es historia conocida, pero volvió a ponerse sobre el tapete en las semanas recientes, con la reunión en Teherán entre los altos mandos militares de Bolivia e Irán. Allí, el general Mohamad Husein Baqeri y el almirante Yamil Borda coincidieron en hablar de la “lucha contra el dominio colonialista”, lo que en buen castellano significa combatir a las democracias occidentales.

El asunto tuvo una segunda parte, con declaraciones hechas algunos días después por el ministro de defensa iraní, Amir Hatami, quien manifestó que su país está listo para “transferir su experiencia” a Bolivia en el campo militar y de defensa.

Lo interesante fue la rápida respuesta de su homólogo boliviano, Javier Zavaleta, quien se apresuró a aclarar ante la prensa que agradecía la oferta pero que Bolivia “no tiene ningún acuerdo militar con Irán”.

¿Cómo explicarse este repentino brote de cautela diplomática en un régimen tan acostumbrado a las bravuconadas anti-norteamericanas?

La clave para desentrañar este misterio puede estar en la dureza y efectividad de la política de reordenamiento mundial asumida por Donald Trump que, sanciones y presiones mediante, le ha doblado el brazo al estalinista Kim Jong Un y le acaba de arrancar a Nicolás Maduro la liberación de un rehén estadounidense capturado en tiempos de Barack Obama.

En el mismo contexto, la reinstalación de sanciones a Irán le debe haber hecho pensar dos veces a los asesores del régimen evista, sobre el riesgo de que éstas se extiendan a países que colaboren de alguna manera con los proyectos militares de Teherán cuestionados por la comunidad internacional.

El apaciguamiento –que nunca ha funcionado con los totalitarios- terminó y  eso impone nuevas reglas de juego globales.

Por supuesto, la recién estrenada prudencia del gobierno boliviano no ha de ser mucho más que un mero intento de “guardar las apariencias”, sin que esto implique un cambio real en sus alineamientos con el bloque de los países más autoritarios del planeta, ni con las organizaciones paraestatales que éstos financian.